Por: José Ricardo Stok, PAD, Universidad de Piura
Gestión, 27 de febrero de 2020
Con motivo de las elecciones congresales se han escuchado voces reclamando modificar la Constitución Política del Perú, lo que causó no pocas preocupaciones en muchos porque podrían cambiarse los artículos que tratan aspectos económicos. Hagamos un breve recuento de algunos artículos con los principales aspectos que manda la Carta Magna, y veamos qué dicen los defensores y los detractores del tema económico.
(58): La iniciativa privada es libre. Se ejerce en una economía social de mercado.
(59): El Estado estimula la creación de riqueza y garantiza la libertad de trabajo y la libertad de empresa, comercio e industria… El Estado brinda oportunidades de superación a los sectores que sufren cualquier desigualdad.
(60): El Estado reconoce el pluralismo económico. La economía nacional se sustenta en la coexistencia de diversas formas de propiedad y de empresa… Solo autorizado por ley expresa, el Estado puede realizar subsidiariamente actividad empresarial, directa o indirecta, por razón de alto interés público o de manifiesta conveniencia nacional. La actividad empresarial, pública o no pública, recibe el mismo tratamiento legal.
(61): El Estado facilita y vigila la libre competencia.
Estos artículos son, por demás, diáfanos y certeros, y se basan en tres principios básicos fundamentales: iniciativa privada, propiedad privada, economía social de mercado. No importa quiénes los propusieron; lo importante es que están y han propiciado el gran desarrollo del país.
Recordemos las principales críticas: la economía de mercado cae en abusos, atropella al desvalido, las empresas ganan demasiado a costa de los consumidores, y caen en fraudes y corrupción. También es oportuno presentar las quejas de los empresarios: hay demasiada regulación, es asfixiante, la burocracia y la tramitología crecen día a día…
Hay algo de razón en todos esos comentarios, pero las soluciones no van por la línea que cada uno plantea. Hace falta conversar sin apasionamientos, sin buscar réditos políticos, sin protagonismos y, sobre todo, con afán de superar una visión personal estrecha, soberbia y exclusiva.
Es preciso tener ideas claras. La economía de mercado es el mejor sistema para la economía de un país y de sus ciudadanos; desde un punto de vista técnico es casi perfecta, pero requiere un rostro humano, acciones humanas, lo que hace que cada actor considere que también necesita a los demás y se debe a ellos. Y, si bien el Estado tiene que hacer su parte como regulador, debe hacerlo sin atosigar. A su vez, los empresarios han de entender su rol de promotores de desarrollo y creación de riqueza, pero no exclusivamente para sus bolsillos. Es fundamental fomentar más competencia y entender que la libertad económica es prerrequisito básico, pero exige una responsabilidad ineludible y generosa. Si no, se cae en la lucha de clases. Los fallos de la economía de mercado provienen de las personas, con avidez de riqueza a costa de los demás, pasando por encima de honras y sin una visión magnánima. Falla el Estado cuando cree que con mayor regulación se resuelve todo o que con más y más ministerios corregirá las deficiencias de los que ya existen. Y también fallan los gremios cuando siguen ingenuamente el juego de unos y otros.
Las tristes historias de corrupción no se corrigen con decretos… estos no cambian el corazón y la mente de las personas; es más, a veces las vuelven más torvas, esquivas y primarias. Lo que sí urge es que todos actuemos mejor, apartando los egoísmos, para pensar un poco menos en uno mismo y un poco más en los demás, en el país: un muy buen puntapié inicial para el desarrollo de todos.