José Luis Gil
Perú21, 22 de agosto del 2024
«La innecesaria exposición pública de la mandataria, aunque sea legítima, se revierte de inmediato de manera negativa en las encuestas».
En el Perú, y especialmente en el Gobierno de la presidenta Dina Boluarte, parece que vivimos la tragedia de la fábula “El rey desnudo”, escrita por Hans Christian Andersen (1837): un monarca estafado por sus sastres, quienes le hicieron creer que confeccionaban un traje “magnífico” de una tela casi “invisible”, el que “lucía” orondo frente a sus súbditos, los cuales terminaban embargados por la vergüenza y el desagrado. La señora Boluarte se empeña en creer que paseará “en olor de multitud”, aunque termine respondiendo: “Tu mamá”.
La innecesaria exposición pública de la mandataria, aunque sea legítima, se revierte de inmediato de manera negativa en las encuestas. El espinoso tema de los Rolex, el “gato ron ron”, “jugar” vóley con un ministro en Palacio, lanzar “caramelos” al aire para que niños ayacuchanos los atrapen (relajando la seguridad) y recibir semejante jalón de cabellos, cuya noticia dio la vuelta al mundo —fuera de lo que hizo durante el Gobierno de Pedro Castillo, cuando, de manera legítima seguramente, cantaba en algunos consejos de ministros descentralizados—, es el rosario de traspiés que debe evitar. En fin.
Entendemos la necesidad (y la de los asesores) de tratar de revertir esa feble relación con la población y sus enemigos políticos, pero debe saber que esto es infructuoso y debilita su Gobierno. Debe tomar en cuenta que los exsocios políticos que la llevaron al poder la fustigarán y atacarán de manera sistemática y sostenida hasta el final de los tiempos.
¿O cree que esa irregular denuncia ante la Corte Penal Internacional (CPI) por el caso de las muertes al iniciar su mandato es un juego? ¿No ve, acaso, que la progresía tratará de sacarla de Palacio a cualquier precio? Es insensato no tomar en cuenta estos hechos.
Los asesores, esos “sastres estafadores”, son los principales responsables de este desastre, por no aconsejar con firmeza y realismo a la presidenta, y así evitar semejantes desatinos. Se nota que no consideran siquiera la maquinaria mediática a la que se enfrentan casi todos los domingos, viendo cómo pulverizan lo poco de aprobación que le queda. Si la mandataria no les hace caso, renuncien; eso es lo digno, y que venga gente nueva.
Nuestra postura no es por simpatías, y mucho menos por afinidad política; lo nuestro es por la defensa de la democracia, acechada por quienes quieren gobernar sin haber ganado ninguna elección: los caviares. Señora presidenta, no trate de agradar a todos, a los ciudadanos o a sus aliados políticos circunstanciales, con esas pésimas señales; solo haga las cosas bien, en silencio y con firmeza, renunciando a los baños de popularidad y combatiendo de manera estratégica la criminalidad, mejorando la salud del pueblo, creando más puestos de trabajo, y garantizando la vida, la paz, la libertad y la democracia de todos. Ese es el camino. ¡Sí se puede!