Por: José Carlos Saavedra
El Comercio, 27 de Mayo del 2023
El Perú, que hace una década lograba tasas de crecimiento económico de 7% anual, ahora crece a 2%. Ello resulta insuficiente para mejorar las condiciones de vida, sostiene el economista.
En los últimos años, varios golpes han amenazado la salud de la economía peruana: el virus del COVID-19, el pésimo gobierno de Pedro Castillo, el estallido de protestas violentas y, de más recientemente, las fuertes lluvias. Ahora que el entorno parece estabilizarse, vale la pena pasar a la economía peruana por un “triaje”, para analizar, de manera rápida pero útil, su estado de salud y determinar qué retos tenemos todavía pendientes.
Temperatura. La buena noticia es que la economía no presenta signos de infección o de sobre calentamiento. Esto, gracias al fuerte “sistema inmunológico” generado por nuestras sólidas instituciones económicas y el capital humano que las defiende. Muchos funcionarios púbicos de carrera en instituciones como el BCR, la SBS o el MEF han defendido el manejo responsable de la economía. Así, a pesar de un entorno lleno de golpes y de la necesidad de atender un eventual Fenómeno de El Niño, los balances fiscales se mantienen saludables y continúan destacando en Latinoamérica. El sistema financiero, por su lado, se mantiene bien capitalizado, coberturado y con buenos niveles de liquidez.
Ahora veamos la presión. La tensión social y política va bajando. Pese a la desaprobación generalizada de la población a la gestión de la presidente Boluarte y del Congreso, a que las protestas generaron la muerte de peruanos en condiciones que deben ser investigadas y que muchas familias aún están muy golpeadas, el funcionamiento de la economía se ha normalizado con la reducción de bloqueos de carreteras y de la violencia en general.
En línea con ello, la actividad económica ha vuelto a crecer en el segundo trimestre, luego de la caída observada en el primer trimestre del año. De igual modo, la confianza empresarial, tan importante para dinamizar la inversión privada, da claras señales de recuperación.
Por otro lado, la presión al alza sobre los costos de algunos insumos importados (como el petróleo, fertilizantes y commodities agrícolas), que en el Perú ha explicado muy buena parte del reciente incremento de la inflación, también ha comenzado a ceder, lo que dará lugar a una reducción gradual de la inflación en los próximos meses. Esto, sumado a la recuperación paulatina que ya se observa en los salarios, impulsada principalmente por mejoras graduales en la productividad del empleo, también brindará algo de alivio a las economías familiares. Con estas condiciones, si es que no hay golpes adicionales en horizonte, lo más probable es que la tasa de pobreza tienda a bajar los próximos trimestres.
Finalmente, analicemos el peso. Sin bien la economía peruana es fundamentalmente saludable y ágil, todavía carga con unas “mochilas” pesadas que le impiden “correr” o crecer a buen ritmo. Estas mochilas tienen nombre propio: el elevado riesgo regulatorio y las trabas burocráticas que empantanan la inversión privada; la corrupción y la falta de capacidades en algunos segmentos del estado, que afectan la inversión pública y la calidad de servicios básicos para los ciudadanos; y las fallas de nuestro sistema político, que generan polarización, fragmentación y que dificultan el diseño de políticas públicas en sensatas.
En este contexto, a pesar de la reciente mejora en el ánimo, muchas empresas aún se mantienen cautelosas y están priorizando el ajuste de costos o inversiones en eficiencias, en lugar de apostar por el largo plazo con inversiones en ampliaciones de capacidad productiva.
En suma, la economía se mantiene sólida y algunas presiones han comenzado a normalizarse. Con ello, el ánimo empresarial para invertir y contratar ha empezado a mejorar, al igual que los salarios reales de los trabajadores. No obstante, para destapar el crecimiento económico y dinamizar de verdad la creación empleo de calidad hace falta hacer más, como reducir la incertidumbre política y el riesgo regulatorio, destrabar proyectos de inversión y preparar a la economía y los sistemas de protección social para enfrentar futuros golpes, como un eventual Fenómeno de El Niño o un deterioro del entorno internacional.