Por José Carlos Saavedra, socio de Apoyo Consultoría
El Comercio, 4 de mayo de 2019
Cada vez es más común escuchar que la inmigración venezolana está agravando el problema de informalidad en nuestro mercado laboral. Es fácil sacar ese tipo de conclusiones; sin embargo, es un error culpar a los venezolanos de ese deterioro. El principal culpable es nuestra pésima legislación laboral, que desincentiva las contrataciones formales y le da la espalda a la mayoría de los trabajadores.
Ciertamente, desde hace algunos trimestres, la creación de empleo formal privado en el país se ha recuperado. Luego de crecer menos de 2% en el 2016 y 2017, este creció cerca de 4% en el 2018 y a inicios de este año. Con ello, actualmente se están creando cerca de 160 mil puestos de trabajo formales por año en el sector privado. Es una excelente noticia, pero solo para algunos. Dos tercios de esa expansión se explican por un solo sector: la agroindustria moderna. Por eso, en Lima, donde la actividad agrícola es escasa, el crecimiento del empleo formal es de apenas 0,8%; mientras que en el resto de las ciudades el empleo formal crece 5%.
Además, la creación de 160 mil empleos es insuficiente para absorber a las más de 500 mil personas que están ingresando cada año al mercado laboral buscando trabajo. Efectivamente, la inmigración venezolana explica solo 30% de ese incremento. El 70% restante se explica principalmente por la mayor participación laboral de las mujeres y por el crecimiento de la población peruana mayor de 30 años. La verdad es que estamos creando poco empleo formal, más allá de la llegada de los venezolanos al país.
De hecho, la inmigración venezolana, en lugar de ser un problema, puede ser la solución a la enorme escasez de mano de obra calificada en el sector formal de la economía. Por un lado, cerca de la mitad de las empresas grandes declara tener problemas para encontrar mano de obra calificada, según un sondeo a clientes del SAE de Apoyo Consultoría. Por otro lado, cerca del 50% de los venezolanos que han ingresado al país tiene educación superior, un porcentaje que duplica el de la población peruana.
Sin embargo, esta es una oportunidad desaprovechada debido a la falta de información, la burocracia y la aún insuficiente cantidad de permisos para trabajar, que impiden que ese talento extranjero se utilice de la mejor manera en el aparato productivo formal del país. Nuestra economía sería más grande y la competencia frente a los trabajadores informales sería menor si es que ese talento pudiera trabajar donde más se le necesita.
En lugar de culpar a los venezolanos, deberíamos enfocarnos en cómo hacer para que la economía genere empleo formal suficiente para aprovechar todo el talento disponible, tanto peruano como extranjero. Para ello, nuestra economía tiene que crecer más rápido, con un empuje más agresivo de la inversión privada, y la legislación laboral tiene que mejorar, pensando no en el reducido porcentaje de trabajadores que ya goza de los beneficios de la formalidad, sino en la gran mayoría que aún permanece excluida.