Por: José Carlos Saavedra
El Comercio, 22 de mayo del 2022
“Si a la precarización del mercado laboral le sumamos el efecto de la inflación, resulta que el poder de compra del trabajador informal promedio ha caído 15% en comparación con el 2019″, afirma el socio y economista principal de Apoyo Consultoría.
Es cierto que la elevada inflación afecta duramente la situación económica de las familias, sobre todo las de ingresos bajos. Según una reciente encuesta que Apoyo Consultoría encargó a Ipsos, cerca del 60% de los hogares de los niveles socioeconómicos (NSE) D y E señaló que su situación económica ha empeorado en los últimos 12 meses. Así, la subida de precios es un duro golpe a estas familias, que se agrava porque cerca de un 60% no tiene ahorros suficientes para mantener su consumo en esta coyuntura. Como consecuencia, el ajuste tiene que ser dramático y muy real. Más del 70% de encuestados de estos NSE señaló que está reduciendo su consumo en ciertos productos debido a la inflación.
La inflación actual, que ya alcanzó el 8,6% anual, es consecuencia de un fenómeno mundial, que tiene diversas causas como la invasión de Rusia a Ucrania, problemas logísticos en las cadenas de suministros y el exceso de estímulo económico aplicado por algunos países. Así, las principales causas de la inflación actual son temporales y esta debería bajar gradualmente los próximos trimestres. Quizá no tan rápido como quisiéramos, pero terminará bajando.
Sin embargo, la alta inflación no es el único y quizá tampoco el más grave de los problemas que amenazan la economía familiar. Hay dos duros golpes adicionales, que son la falta de empleos de calidad y la falta de interés del Gobierno para implementar políticas que atiendan los problemas ciudadanos. Y estos dos problemas podrían no ser temporales.
En primer lugar, la inflación causaría menos daños reales a las familias si los ingresos laborales estuviesen creciendo fuertemente. Sin embargo, estos siguen por debajo de los niveles prepandemia, pues aún no hemos recuperado por completo los empleos de mayor calidad. Así, la productividad promedio de los puestos de trabajo se ha reducido, principalmente en el segmento informal. Si a esta precarización del mercado laboral le sumamos el efecto de la inflación, resulta que el poder de compra del trabajador informal promedio ha caído 15% en comparación con el 2019. Evidentemente, los más afectados por esta caída son los hogares de menores ingresos.
Resolver este problema requiere políticas económicas activas, que aceleren el ritmo de crecimiento de la inversión privada y que promuevan la creación de empleo formal. Sin embargo, el Gobierno está haciendo lo contrario, lo que nos lleva al segundo gran problema de las familias: el desinterés del Gobierno por atender, con efectividad, las principales demandas ciudadanas de mayor empleo, de alivio frente a la inflación, de mayor seguridad y menor corrupción.
En efecto, en lugar de implementar un bono temporal y bien focalizado para hogares de NSE D y E que compense el fuerte incremento de los precios, el Gobierno ha desplegado una serie de medidas mal focalizadas e inefectivas, como la exoneración de impuestos a ciertos productos. Del mismo modo, frente a la falta de empleo de calidad, el Ministerio de Trabajo ha implementado y viene promoviendo medidas que desincentivarán aún más la creación de empleo formal para quienes más lo necesitan. El foco de muy corto plazo debiera estar en destrabar los miles de millones de dólares de inversión en infraestructura que está paralizada o en aumentar el presupuesto para los subsidios a la vivienda social, lo que dinamiza la economía con acumulación de capital y mejora de manera directa las condiciones de vida de la población.
Tener claro estos dos problemas, adicionales a la inflación, es clave para identificar qué es lo que debe cambiar para mejorar la situación económica de las familias. La alta inflación ciertamente es un duro golpe, pero no nos engañemos, incluso si esta desapareciera por arte de magia, la falta de empleo de calidad y la falta de políticas bien diseñadas continuarían impidiendo una mejora significativa en la calidad de vida de la población.
Si bien hay señales de preocupación sobre el crecimiento económico global, también hay condiciones que aún nos juegan a favor: precios de exportación favorables, sectores económicos intensivos en mano de obra se están recuperando producto del control de la pandemia y las grandes empresas –que son el motor creador del empleo formal del país– cuentan con buenos balances financieros. Aprovecharlas requiere que el Gobierno finalmente se decida a estar #siempreconelpueblo.