Por: José Carlos Saavedra
El Comercio, 30 de junio de 2019
El Comercio, 30 de junio de 2019
Buena parte del crecimiento económico del Perú depende de China, debido a su fuerte demanda de commodities y a las inversiones que ha venido realizando en nuestro país.
Por eso nos suelen preocupar las noticias negativas sobre esa economía, como las idas y vueltas del conflicto comercial con Estados Unidos. Sin embargo, China tiene un serio problema estructural que va más allá de ese conflicto, por lo que ya no puede seguir creciendo como lo ha venido haciendo las últimas décadas.
En ese período, el crecimiento estuvo impulsado por una expansión desmedida de la inversión y del crédito, que han generado exceso de capacidad en varios sectores, sobreendeudamiento y muy bajos retornos económicos.
El cambio hacia un modelo de crecimiento más sostenible implicará necesariamente que este se apoye menos en la inversión y más en el consumo de las familias. Y eso pasa por solucionar una de las distorsiones más claras del intervencionismo chino: el excesivo nivel de ahorro de las familias.
Debido a la política de un solo hijo y a que el Estado gasta muy poco en seguridad social, las familias pueden y tienen que ahorrar muchísimo para atender sus necesidades y riesgos. Este elevado ahorro es el que ha permitido financiar elevados niveles de inversión, pero ha deprimido el consumo (y el bienestar) de su población.
El nivel de ingreso promedio de una familia china es parecido al de una brasileña, pero su consumo se parece más al de una familia nigeriana. El gobierno sabe esto y está tomando medidas para reducir el ahorro e incentivar el consumo.
En este tránsito, lo más probable es que el crecimiento chino se modere de manera importante los próximos años (algunos proyectan que pasará de 6% a 2% en la próxima década); sin embargo, eso no quiere decir que el impulso de esa economía sobre el Perú se acabará.
Lo que sí quiere decir es que tenemos que ponernos las pilas para aprovechar las nuevas oportunidades que surgirán por ese cambio de modelo, como la fuerte demanda por bienes de consumo.
Desde que se firmó el TLC entre nuestro país y China en el 2009, nuestras exportaciones de bienes de consumo a dicho país aumentaron fuertemente. De prácticamente nada, ahora entre el 6% y el 8% de las exportaciones de algunas frutas, como arándanos y mandarinas, se venden a China.
Más aun, ahora mismo se están negociando mejores condiciones de acceso para ese mercado. Esto es clave, pero insuficiente porque hace falta asegurar que la capacidad productiva agrícola siga creciendo de manera sostenible y competitiva. Por ejemplo, aún está pendiente la extensión del régimen agrario, el destrabe de grandes proyectos de irrigación y una solución de largo plazo a la escasez de agua en Ica.
El cambio de modelo en China presenta una oportunidad dorada para un sector que puede seguir generando empleo formal y reduciendo la pobreza. Está en manos de nuestras autoridades aprovecharla o dejarla pasar.