Jorge Zapata
El Comercio, 2 de agosto del 2024
«La institución encargada debería ser un órgano técnico, autónomo y meritocrático, y no sujeto a los vaivenes de los gobiernos de turno».
Se atribuye a Albert Einstein la frase: “Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados distintos”. Si creemos que con crear un ministerio solucionaremos lo que funciona mal, no hemos entendido la problemática, que generalmente es compleja y múltiple. En efecto, la incapacidad que tenemos como país para desarrollar nuestra infraestructura de forma eficiente, oportuna y con calidad es multidimensional. Tenemos falta de planificación y de continuidad en las políticas, mala calidad en los expedientes técnicos, corrupción y un sistema de control que no la ha combatido eficazmente y, más bien, ha contribuido a cada vez más paralizaciones de obras.
Para empezar a enfrentar esta problemática hay que partir por un buen diagnóstico. Y seguramente este nos llevará a concluir que hay que hacer cambios: en el sistema de control, en los mecanismos de contratación, en las capacidades de los funcionarios, en la idoneidad de las direcciones y hasta en la mentalidad de las autoridades.
Luego habrá que hacer una planificación de esos cambios y propuestas de reorganizaciones. Esto implica múltiples modificaciones normativas, de manera que en esta etapa ya tenemos para algunos años. Una vez transformado el entorno que complica el desarrollo de la infraestructura y de la obra pública, o en paralelo, habrá que actualizar el Plan Nacional de Infraestructura con nuevos hitos, y profundizarlo a escala regional y provincial. La nueva organización debería empezar por asumir las señaladas tareas antes de meterse en la ejecución de proyectos, que sería como entrar al campeonato sin entrenamiento, con malas reglas, malos árbitros y cancha hostil.
Tampoco es cuestión de denominación, sino de quienes lideran y conforman la entidad encargada de solucionar el problema. La institución encargada debería ser un órgano técnico, autónomo y meritocrático, y no uno sujeto a los vaivenes de los gobiernos de turno o a los cambios por cuestiones políticas; un ministerio es lo más cercano a lo segundo. Hay que entender que la infraestructura debe ser una política de Estado y no de gobierno. Si queremos mejores resultados, hagámoslo de forma distinta, en el BCR hay una interesante referencia.