Por: Jorge Peschiera Cassinelli
Expreso, 28 de Junio del 2023
Hay casos de personas que sufren infartos justo al terminar alguna actividad física.
Comparto estos pensamientos porque pueden ser de utilidad y hasta podrían salvar vidas. Esto no es “fake news”. Son observaciones basadas en mi propia experiencia que pueden ser comprobadas fácilmente por cualquier persona.
La caminadora que usaba para ejercitarme en los años 90 tenía un monitor del ritmo cardiaco que se sujetaba del lóbulo de una oreja. Un día, al terminar de ejercitarme, me percaté que mi corazón se aceleraba de 140 a 180 latidos por minuto, lo cual me pareció contradictorio: ¿por qué me se acelera el corazón si ya terminé de hacer ejercicio?
Analizando lo ocurrido me di cuenta que, al hacer ejercicio, yo respiraba al ritmo de la caminata y que, al terminar de caminar, bajaba el ritmo de mi respiración, sin pensarlo. Entonces, hice el siguiente razonamiento: 1) la cantidad de oxígeno que circula en la sangre depende, entre otros, de dos factores: la frecuencia de los latidos del corazón y el ritmo respiratorio; 2) puedo regular mi respiración a voluntad, pero mi ritmo cardiaco se ajusta automáticamente para atender la demanda de oxígeno de mi cuerpo; y 3) por ello, al bajar mi ritmo de respiración después del ejercicio, mi corazón se acelera automáticamente, para compensar la menor frecuencia respiratoria.
Al día siguiente, después de terminar los ejercicios, probé mantener el ritmo al cual respiraba mientras me ejercitaba, es decir vigorosamente, por algunos minutos y ¡Eureka! mi ritmo cardiaco no se aceleró sino, más bien, empezó a bajar. Así encontré la única forma que conozco de bajar mi ritmo cardiaco inmediatamente después de ejercitarme. Debo hacerlo porque no puedo evitar que las señales acerca de las necesidades de oxígeno en mi cuerpo demoren en generarse y procesarse. Por lo tanto, si no mantengo el ritmo rápido de respiración, mi corazón se acelera mientras esas señales le llegan.
Prevención
He escuchado desde hace mucho tiempo casos de personas que sufren infartos justo al terminar alguna actividad física. Es probable que les haya ocurrido lo mismo que a mí; que bajaron el ritmo de su respiración al terminar de hacer algún deporte y se les aceleró el corazón. Más aún, es posible que, al sentir acelerarse su corazón, hayan buscado tranquilizarse, respirando a un ritmo aún menor, llegando inclusive a sentarse o echarse y, de esa forma, hayan obligado a su corazón a esforzarse más, empeorando la situación.
Un razonamiento similar se puede aplicar al empezar una actividad física. Es común que uno “pierda el aliento”, por ejemplo, al subir rápidamente unas escaleras. En mi experiencia, eso se evita si uno empieza a respirar vigorosamente justo al empezar la actividad, anticipando la demanda de oxígeno que vendrá.
Se requiere concentración y disciplina para superar la costumbre y la intuición y obligarnos a respirar vigorosamente al terminar de ejercitarnos. También es importante no bajar el ritmo de la respiración mientras nos ejercitamos. Aún después de dos décadas de aplicar estos conocimientos, si me distraigo, inconscientemente bajo mi ritmo de respiración, por ejemplo, cuando paso de trotar a caminar o de subir a bajar escaleras; entonces, mi corazón se acelera.
No pretendo con este texto dar cátedra sobre un tema que mejor podrían tratar especialistas. Solamente busco compartir mis observaciones, esperando que sean de utilidad y contribuyan a reducir malas experiencias que pudiesen llegar a ser fatales.