(Correo, 20 de febrero del 2006)
La Carretera Interoceánica fue y sigue siendo publicitada principalmente como una vía de comunicación que permitirá la salida directa al Océano Pacífico desde el interior del Brasil. La limitada e insuficiente discusión acerca de su justificación económica se centró en sus beneficios para el comercio y en el valor de los peajes que se podrían cobrar a los vehículos que la transiten. Sin embargo, poco o nada se ha dicho acerca de la utilización del territorio cuyo acceso se facilitará con la nueva vía y su impacto sobre el medio ambiente.
En el Perú la ciudadanía no ha sido bien informada acerca de la forma como se utilizará el nuevo territorio. ¿Se dejará abierto a los primeros invasores que se presenten, como es costumbre en nuestro país? ¿Cómo se regulará el uso del territorio y la explotación de los recursos naturales? ¿De qué forma se permitirá el acceso a propiedad? ¿Qué territorios se constituirán como “reservas naturales? ¿Existen definiciones sobre estos temas o simplemente se permitirá que siga rigiendo la “ley de la selva” en esas tierras?
Estas definiciones son importantes no solamente para el Perú sino para la Humanidad. Es triste saber como anualmente miles de hectáreas de selva amazónica vienen siendo deforestadas, principalmente en Brasil, debido a que el acceso logrado por las carreteras construidas en ese país no fue acompañado por una adecuada estrategia de ocupación del territorio. También sabemos la importancia de la amazonía para el balance ecológico de nuestro planeta por la enorme capacidad de su densa vegetación para convertir el dióxido de carbono en oxígeno. Por esos motivos, nuestra responsabilidad como país en lo que respecta al uso del territorio que se hará accesible con la nueva carretera se extiende más allá de nuestras fronteras.
Al contratar la construcción de la carretera el Estado ha asumido un importante compromiso financiero que equivale a nada menos que el 5% de su deuda externa total. El Estado podría buscar recuperar esa inversión mediante una combinación de venta de tierras, concesiones, regalías, licencias, etc. A manera de ejemplo, en el siglo XIX para concretar la construcción del ferrocarril transcontinental de los Estados Unidos se cedió a las empresas ferroviarias una franja de terreno a ambos lados de ciertos tramos de la vía férrea. En el siglo XXI en China se construyen piscigranjas en las depresiones dejadas a los lados de algunas carreteras durante su construcción.
Al explorar respuestas a las preguntas formuladas más arriba es importante abrir la mente al más amplio rango de alternativas, conocer las experiencias de otros países y luego seleccionar cuidadosamente las mejores prácticas, teniendo en cuenta objetivos claramente definidos, como se hizo por ejemplo en 1999, cuando se implementó el Programa MiVivienda. No solo se debe buscar el debido aprovechamiento de los recursos naturales, sino también los compromisos y garantías necesarios para lograr la adecuada protección del medio ambiente.
Es nuestra obligación exigir a nuestros gobernantes que los nuevos territorios sean administrados con equidad e inteligencia, en beneficio de todos los peruanos y sin olvidar nuestra responsabilidad ante el resto del mundo.
Publicado en Correo, 20 de febrero del 2006