Por: Jorge Peschiera
Expreso, 26 de agosto de 2018
En 1620, 41 ingleses que llegaron con sus familias a lo que hoy es el Estado de Massachusetts, suscribieron en el Mayflower, barco en que viajaban, un acuerdo histórico, que un siglo y medio más tarde fue fuente de inspiración para la Constitución de los Estados Unidos de América.
Esas familias, a quienes se les recuerda como “los peregrinos”, tenían la autorización y planeaban establecerse en la desembocadura del Río Hudson pero, debido al mal clima, tuvieron que permanecer cerca de Cape Cod. El Pacto del Mayflower (“Mayflower Compact”), documento de menos de 200 palabras, permitió a los peregrinos autogobernarse temporalmente, hasta obtener el permiso de Inglaterra para establecerse en el nuevo territorio.
Los firmantes del pacto declararon que su motivación para establecer una colonia era:
“por la gloria de Dios, el avance de la fe cristiana y el honor de nuestro Rey y País”.
Y la esencia del pacto fue:
“constituir un cuerpo político civil para nuestro mejor ordenamiento y preservación y promoción de los fines antes mencionados; y en virtud de esto, promulgar, constituir y enmarcar leyes, ordenanzas, actos, constituciones y cargos justos e iguales, de vez en cuando, como se considere más conveniente para el bien general de la colonia; a los cuales prometemos toda la debida sumisión y obediencia”.
De esa forma, los peregrinos sentaron las bases de su autogobierno y se comprometieron a vivir bajo el imperio de las leyes que ellos mismos crearían.
Hay inmensas diferencias entre las motivaciones de los peregrinos norteamericanos y las de los conquistadores del Perú. En 1527, Francisco Pizarro, luego de trazar con su espada una línea en las arenas de la Isla del Gallo, dijo:
“Por este lado se va a Panamá, a ser pobres, por este otro al Perú, a ser ricos”.
Y así fue, los conquistadores encontraron oro en abundancia. La frase “vale un Perú” perduró durante siglos. Esa visión se plasmó en la cornucopia rebosante de monedas que destaca en el Escudo del Perú, generando en sus habitantes expectativas imposibles y frustraciones al no verlas materializarse. Si, como muestra el Escudo, el Perú es rico, muchos peruanos se preguntan ¿por qué soy pobre?, ¿quién se agarró mi parte? Focalizar la atención en los recursos naturales del país ha conducido a muchos peruanos a centrar su preocupación en la distribución de la riqueza, real o imaginada, en lugar de pensar más bien en cómo generarla, adaptando a nuestra realidad las buenas prácticas de países que han progresado aceleradamente a pesar de sus escasos recursos.
Los peregrinos buscaban construir un país donde vivir en armonía y justicia con sus familias. Para ello crearon y se sometieron a un marco legal acordado entre ellos. Los conquistadores, en cambio, buscaban riquezas materiales, aspirando a regresar a disfrutarlas en España. Esos contrastes en motivaciones y madurez cívica de los primeros colonizadores son claves para explicar las diferencias en la evolución de ambas naciones.
La corrupción de funcionarios, que cada vez conocemos con mayor frecuencia en el Perú, puede verse como una adaptación moderna de la frase de Pizarro: “Por este lado se va al Estado, a ser ricos”. Ese parece ser el camino que algunos eligen para obtener “su parte”, poniendo la ambición por encima de todo.
Por eso, cuando pienso en la pregunta “¿en qué momento se jodió el Perú?” recuerdo la Isla del Gallo y su contraste con el Mayflower. Y cuando veo protestas contra la minería, pienso en nuestro Escudo Nacional y las expectativas frustradas de la población.