Por: Jorge Morelli
Expreso, 17 de noviembre de 2019
Fracasó Fidel en la exportación del castrismo a Sudamérica, pero logró lavar el cerebro de una generación adueñándose de la conciencia culposa de la clase dominante, una verdadera creme brule sin ninguna aspiración a ser realmente dirigente. La cruda lección de todo ello es que en la guerra y en la política lo que importa no es lo que las cosas son, sino lo que parecen.
La idea de la igualdad ha sido y sigue siendo un paradigma muy fuerte. Tanto como lo fue el de la libertad en los siglos XVIII y XIX y el de la autoridad en el XVII. El Leviathan de Thomas Hobbes, por ejemplo, era el libro de cabecera del cardenal Richelieu. Como el Segundo Tratado del Gobierno Civil de John Locke lo fue para la defensa de los derechos de la persona contra los abusos del Estado en el XVIII y el 18 Brumario de Karl Marx lo fue para las revoluciones burguesas del XIX.
Históricamente, por eso, los paradigmas de autoridad, libertad e igualdad son al mismo tiempo los tres pisos sucesivos del edificio del Estado moderno.
Contra el paradigma de turno, nada puede y a su favor todo vale. La masiva revolución de las comunicaciones ha multiplicado al infinito las imágenes. Hoy reina en los medios el brutalismo. No hay tiempo para las buenas maneras. No interesa si el hecho es cierto o no. Todo se publica. Si es falso, ya se ocupará el interesado en desmentirlo si quiere.
Se le llama a esto fake news. El nombre le queda chico al fenómeno. En política, como en la guerra, es el arte de engañar al público para desacreditar al enemigo. Es viejo como el hambre, es el truco griego de Homero del Caballo de Troya. Ya decía Virgilio en la Eneida: “Temo a los griegos porque hacen regalos”.
Eso es exactamente lo que la inteligencia hace, aquí y en Sebastopol, y se combate con contrainteligencia. Nunca hay pruebas.
El paradigma de la igualdad ha sido instrumentado por la inteligencia castrista en Sudamérica para la captura del poder. Es un espejismo que, afortunadamente, estamos viendo fracasar en Santiago, en La Paz, en Quito. Triunfa por ahora en la Argentina, es una pena. Pero no lo logró en el Brasil ni en Colombia.
El Perú, en cambio, se encuentra en el limbo. En las elecciones de enero veremos hacia dónde se inclina la balanza.
Decía Robert McNamara, asesor de Kennedy y posterior presidente del Banco Mundial, que “el problema de la guerra (y de la politica) es que hay que tomar decisiones con menos de la mitad de la información que se necesitaría para decidir bien”. Existe un extraordinario documental sobre su historia. Se llama “The fog of war”.
Tomo prestado el nombre para esta columna, porque es la niebla lo que el Perú atraviesa hoy.