Por: Jorge Morelli
Expreso, 17 de octubre de 2021
Sabemos ahora que el 25 % del gas que produce Camisea se reinyecta en el suelo porque no hay quién lo compre.
Esto, pese a que el Estado le creó al gas de Camisea un mercado artificial en la generación de electricidad, que ha hecho que el 40% de la electricidad del Perú se genere con gas desplazando del mercado a la energía hidroeléctrica limpia.
Ahora, la renegociación del contrato de Camisea parte de una premisa no demostrada: la supuesta necesidad de crearle al gas como sea un nuevo mercado mediante su masificación para el consumo doméstico a nivel nacional.
¿Quién va a pagar esa megainversión, que incluye gasoductos y una red masiva de distribución doméstica urbana en todo el país para ampliarle de nuevo el mercado al gas? El consorcio Camisea ha adelantado que esa es una responsabilidad del Estado y no suya.
No obstante, se da por sentado sin debate que la inversión multimillonaria del Estado en la masificación del gas es necesaria y aun inevitable.
A esa premisa no demostrada no son ajenos desde hace algunos años intereses bolivianos en la masificación del gas -empezando por siete regiones del Sur- mediante un gasoducto desde los yacimientos de gas de Bolivia hasta la costa del Pacífico, en Ilo. Esto, porque el Gasoducto del Sur desde Camisea hasta Ilo es un elefante blanco que ha quedado botado en medio del naufragio de Odebrecht. El Estado ni siquiera convoca a una licitación.
El proyecto boliviano, sin embargo, pondría la energía del Sur del Perú en manos de Bolivia, que puede cerrar el gas cuando quiera con las consecuencias políticas que ello puede acarrear. Es un hecho geopolítico de primera importancia. Y un caso análogo al del gasoducto Nordstream 2 para abastecer a Alemania y el norte de Europa de gas desde Rusia, al que EE.UU. se ha opuesto frontalmente.
No obstante, el hecho es que existe en el Perú una licitación aún sin buena pro –a la que los postores no han presentado sobres en junio de 2021- para la construcción del presunto gasoducto desde Bolivia. Pero la licitación sigue adelante. En ella participa como postor la estatal boliviana Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB).
Se estima que, de llegar a existir, la empresa constructora del gasoducto boliviano sería la estatal rusa de energía Gazprom, la misma que construye el gasoducto Nordstream a Europa desde Rusia, con amor.
El Sur del Perú no puede depender del gas boliviano, por un sinnúmero de razones geopolíticas, económicas e históricas que no hace falta recordar siquiera. Ciertamente no vendría de Bolivia con amor.
Hay que alertar sobre esto, porque el tema les importa un higo a algunos peruanos. Tiempo atrás se publicó en Lima que dos empresas privadas que operan centrales termoeléctricas en el sur del Perú viajaron durante el gobierno de Martín Vizcarra a firmar en La Paz un convenio con YPFB en presencia del entonces presidente Evo Morales, para abastecer sus centrales con gas boliviano.
La pregunta cae por su peso: ¿tiene esto relación con la constante presencia de Evo Morales en el Perú?