Lima no será nunca un gran lugar para vivir si no recupera el sistema de cuencas con al menos cinco afluentes de importancia y 191 lagunas que alimenta el río Rímac, conexión vital de la capital y sus 8 millones de habitantes con las fuentes de agua que se originan en los Andes centrales.
Si el Pacto por el Agua para la Recuperación del Río Rímac que acaban de suscribir la Autoridad Nacional del Agua (ANA), la Municipalidad de Lima y los gobiernos regionales de Lima y el Callao logra cobrar vida y generar estrategias, proyectos, recursos económicos y el compromiso político de por lo menos este y los siguientes tres gobiernos nacionales, municipales y regionales, es probable que en veinte años podamos sentirnos orgullosos de haber logrado lo que consiguieron los europeos con los ríos Támesis, Rin y Sieg, entre otros muchos ejemplos de recuperación de ríos que hay en el mundo.
Las soluciones técnicas para recuperar un sistema de cuencas contaminado son casi siempre las mismas: la construcción de plantas de tratamiento de aguas residuales, la eliminación de botaderos y el manejo de residuos sólidos vía rellenos sanitarios bien hechos, el cierre o la reingeniería de industrias contaminantes y la remediación ambiental de los pasivos mineros en grandes canchas de relaves abandonadas, entre otras medidas de recuperación ambiental y promoción de tecnologías limpias.
En el caso del río Rímac es esencial también recuperar los suelos, reforestar laderas y canalizar zonas sensibles a los huaicos, invertir en andenerías, conocer mejor los procesos hidrológicos de la cuenca y comprometer a los actores más relevantes.
Todo ello requiere que el pacto se convierta en una estrategia viable aterrizada en proyectos concretos con clara indicación de costos y beneficios y concurso de los dos gobiernos regionales, la Municipalidad de Lima, el Servicio de Agua Potable y Alcantarillado de Lima (Sedapal), la ANA, la Superintendencia Nacional de Servicios y Saneamiento (Sunass), el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci) y varios ministerios para incluir en sus presupuestos y en sus planillas recursos dirigidos específicamente a las metas que se establezcan con plazos e indicadores de resultados y supervisión ciudadana.
Si bien concentrarse solo en una parte del sistema no resolverá el problema, priorizar la remediación de los grandes pasivos mineros y limpiar el río Huaycoloro, que aporta el 60% de la contaminación de la cuenca, es clave.
Hay, pues, medidas urgentes: sincerar el costo del suministro del agua que cobra Sedapal, acelerar la construcción de plantas de tratamientos de agua, o crear mecanismos fiduciarios como el Aquafondo (Fondo de Agua para Lima y Callao, www.aquafondo.org.pe) para comprometer y canalizar proyectos de conservación y manejo desde la sociedad civil, ONG y empresas a lo largo de los 140 kilómetros que recorre el Rímac y sus a?uentes más importantes, como los ríos Chinchán, Blanco, Aruri, Santa Eulalia y Huaycoloro.
Aquafondo ya es una realidad. Requiere simplemente la participación de la ANA, Sedapal, Sunass y demás autoridades y actores relevantes. Se trata de recuperar una cuenca estratégica y reconocer que los limeños debemos conservar nuestra fábrica del agua pagando por los servicios ambientales que brinda.
Publicado en El Comercio, 17 de diciembre de 2013