En Perumin, el presidente Ollanta Humala pronunció un discurso muy bueno sobre la importancia estratégica de la minería para el desarrollo del país, de la industria, de las redes de comunicaciones regionales, de la competitividad y para la reducción de la pobreza. La presencia de ocho ministros, cuando en la ocasión anterior no había ido ni uno solo, confirmaba la decisión clara del gobierno de apoyar un sector que puede ser, efectivamente, la gran palanca para salir rápidamente del subdesarrollo.
Pero ese compromiso tan notorio pareció aflojarse cuando al presidente Humala le preguntaron en Nueva York por Conga: explicó que el gobierno ya había dado los permisos, de modo que “las decisiones para avanzar… no corresponden al Estado, sino a la propia empresa”. Negó así implícitamente el conflicto, como si no quisiera verlo, como si su responsabilidad se agotara en la aprobación burocrática y no tuviera o no quisiera tener papel alguno en vencer la resistencia al proyecto, luego del fracaso anterior.
Quizá por eso el presidente ejecutivo de Newmont, Gary Goldberg, anunció que su directorio considerará retomar el proyecto Conga solo después de las elecciones regionales del próximo año. “Cuando ves los sondeos de opinión ves que están comenzando a moverse en nuestra dirección, pero aún falta”, explicó. No espera que el gobierno nacional quiera o pueda hacer algo, pese a que, por su parte, Newmont ya cumplió con construir el reservorio de Chailhuagón, que por primera vez surte de agua regulada a los agricultores. El gobierno, medroso, no ha capitalizado este cumplimiento para avanzar en una campaña por la reanudación de la mina ni para retomar el diálogo con los antimineros. Aunque sí ha conformado ‘mesas de desarrollo’ en Hualgayoc y Rinconada, una vía de soslayo que ojalá ayude.
Pero el solo anuncio de Goldberg podría fortalecer a Gregorio Santos, que planteará su campaña para la reelección regional como una lucha contra Newmont, por más que esa bandera sea un arma de doble filo porque en Cajamarca hay recesión a causa precisamente del enfrentamiento con la minería. Jorge Morelli ha escrito que quien estará allí para derrotar al radicalismo antiminero en nombre del pueblo de Cajamarca, será el fujimorismo. Pero el fujimorismo marcha dividido: su candidato oficial es Osías Ramírez, y el informal, Absalón Vásquez. Esa división es una frivolidad ante la responsabilidad de recuperar Cajamarca para el país.
El gobierno, entonces, tiene que actuar, y tiene un arma: extender lo que Sierra Productiva ha hecho en Bambamarca, con fondos privados: ha instalado minireservorios y riego por aspersión en 200 familias y eso ha bastado para que una nueva corriente no confrontacional e identificada con el progreso haya ganado la federación provincial de rondas campesinas. Cuando los agricultores se embarcan con entusiasmo en su propio crecimiento, dejan atrás a los políticos. El gobierno tiene 1000 millones para “Mi riego”, pero los usa para ineficientes irrigaciones por gravedad. Podría destinar una partecita ínfima –3 millones de soles- para ponerle reservorios familiares y riego por aspersión a tres mil familias de esa zona. Pero no la ve.
Milton Von Hesse informó en el Congreso que con los 1,000 millones de Mi Riego beneficiará a 250 mil personas, 50 mil familias, Según Carlos Paredes, con esos 1000 millones Sierra Productiva beneficiaría a 600 mil familias, 12 veces más.
Mi Riego irrigará 40 mil hectáreas, la mayor parte por gravedad. Según Paredes, con ese monto Sierra Productiva pondría riego por aspersión (no por gravedad) en 300 mil hectáreas, el primer año y otras 300 mil en los años 2 y 3. Es decir, una extensión 15 veces mayor y con riego tecnificado.
Publicado en El Comercio, 27 de setiembre de 2013