El presidente Ollanta Humala no es un hombre dotado para la política. En reciente entrevista se expresó de tal modo que dos partidos se dieron por ofendidos y encontraron el pretexto perfecto para retirarse del diálogo nacional, que ayer entró a una despoblada y penosa segunda etapa. A Toledo le retiró la corona de aliado, pero el propio Toledo siempre ha negado que lo fuera. Quizá no lo fraseó bien. A Alan García sí lo acusó de pretender desprestigiar a la mega comisión investigadora.
En ocasiones el presidente tiene dificultades para encontrar la relación entre los conceptos generales que enuncia y su aplicación a casos concretos. En Perumin llevó a ocho ministros y explicó brillantemente la importancia estratégica de la minería en el desarrollo del Perú, pero cuando habla de Conga pierde todas sus fuerzas y declara que en ese caso el gobierno es impotente. En la entrevista mencionada, pareció que entendía la naturaleza de un gobierno democrático porque expresó que no puede haber un gobierno en democracia que no acepte las críticas de los opositores, que son legítimas, para a continuación descalificar esas críticas por formar parte de la campaña política de candidatos a la presidencia, e identificarse con una megacomisión que parece estar buscando la manera de sacar a un candidato de esa carrera.
Solo en los populismos autoritarios el mandatario denosta y acusa a los adversarios políticos. Humala ha bajado bastante ese tono, pero es bueno recordarle que en una democracia el presidente, por la gobernabilidad, busca integrar antes que dividir, ponerse por encima de las trifulcas partidarias afirmando los objetivos nacionales. Más aun si no tiene carisma especial ni mayoría parlamentaria.
Parece que el presidente lo entiende, pero sus reflejos automáticos le ganan. Esa debe ser la explicación de que la segunda fase del diálogo con las fuerzas políticas –que buscaba restaurar un nivel más alto de comunicación, por encima de la lucha cotidiana– descendiera al escalón técnico en lugar de ascender a un acuerdo político de alto nivel, con los líderes máximos, sobre grandes decisiones: apoyo a los grandes proyectos mineros como Conga, a la lucha contra la minería ilegal, a la eliminación de la corrupción en la policía y todo lo que eso conlleva, a las reformas modernizadoras del Estado y a una legislación laboral más inclusiva y formalizadora.
Algo de esto se insinuó al anunciarse que la segunda etapa del diálogo comenzaría con una reunión de Humala con los líderes políticos. Pero no se volvió a hablar del tema y el gobierno optó en buena cuenta por enterrar el diálogo al degradarlo a un nivel técnico sectorial carente de sentido pues en ese terreno el gobierno puede contratar a los profesionales que necesite y tampoco se ve claro cómo partidos sin alianza con el gobierno participarán en él brindándole apoyo técnico.
Fue por eso que Perú Posible y el Apra aprovecharon las expresiones de Humala para retirarse de un experimento que pudo tener mejor destino si el gobierno hubiese tenido inteligencia, altura y audacia políticas.
Publicado en El Comercio, 4 de octubre del 2013