El presidente Humala y la ministra Triveño acusan a la “gran pesca” de haber depredado la anchoveta, de modo que las especies que se alimentan de ella como el jurel, la merluza, el bonito, la corvina y el lenguado ya no tienen qué comer y por eso los pescadores artesanales ya no encuentran pesca y se dedican a depredar las algas, donde desovan el lenguado y otras especies. Estaríamos ante un verdadero círculo vicioso que lleva a la desaparición de los recursos. La gran pesca se ha apoderado del mar y no deja nada a nadie. Reclama entonces la ministra “recuperar el mar para todos los peruanos”. Una verdadera revolución.
Pero aquí hay alguien que está desinformando de manera artera, pues sencillamente no es cierto que se esté depredando la anchoveta y que, por lo tanto, esa sea la causa de la escasez de otras especies. Lo que la depredó fue la estatización de la industria pesquera durante el gobierno de Velasco.
Desde que fue nuevamente privatizada, a partir de los 90, la biomasa de anchoveta ha tendido a incrementarse. En la última década ha sido más grande que en la anterior. Ni siquiera el último año, en que las ondas Kelvin calentaron el mar, ha habido una disminución de la biomasa importante. El crucero de Imarpe, entre setiembre y octubre del 2012, encontró 5,3 millones de toneladas métricas, lo usual para la estación de primavera.
Ya desde el 2008, a instancias de la propia pesca industrial, se pasó a un régimen de cuotas individuales de pesca que, sumado al control satelital, ha introducido racionalidad y sostenibilidad en la pesca industrial. Si algunos capturan y luego descartan juveniles, matándolos, es porque no se sabe dónde están. Por eso, no debería penalizarse su captura, porque es la única manera de saber dónde se ubican a fin de prohibir la pesca en el área donde han sido pescados. Hay que tener reglas inteligentes. O incrementar los derechos de pesca para financiar mejor la investigación marina, como sugiere el economista Carlos Paredes.
Las que no tienen control ni cuotas son las embarcaciones de menor escala (10 a 35 toneladas) y las artesanales, cuyo número, además, crece cada día debido a que los gobiernos regionales otorgan licencias.
Pueden pescar todo el año, carecen de seguimiento satelital y usan eventualmente métodos vedados como la dinamita. La presión que ejercen sobre todas las especies, entonces, dentro de las cinco millas es muy fuerte, considerando además el enorme crecimiento de la demanda en el Perú. Y la anchoveta que capturan, supuestamente para consumo humano, va ilegalmente a las plantas de harina de pescado residuales. Hay que ponerles cuotas individuales a ellas también, y que puedan vender para harina. Lo que importa es el tamaño de la cuota.
Lo que no tiene sentido es forzar a pescar anchoveta solo para consumo humano si es que la harina paga más, u obligar a la pesca industrial a dedicarse a la acuicultura (cuyas exportaciones y las de pescado congelado vienen incrementándose exponencialmente de manera natural). No se puede forzar las leyes de la economía, porque nos empobrecemos todos. El populismo termina mal.
Tomado de El Comercio, 22 de marzo, 2013