Alan García aprovechó inteligentemente el diálogo con el gobierno para exponer una relación de propuestas para acelerar la inversión y llamar la atención sobre unos retrasos o retrocesos. Se presentó como el profesor que le señala al alumno donde están sus errores y cómo puede remediarlos. Y, al parecer, el alumno estuvo aplicado porque hubo intercambio de ideas. Quizá el gobierno tome algunas de las recomendaciones y de paso García obtenga réditos políticos.
Hasta ahora el diálogo con los partidos ha sido un mecanismo para mejorar el clima político y pasar de la trifulca a la cooperación. Solo eso ya es un logro, pues ayuda a generar confianza. Se ha conseguido instalar una dinámica que premia políticamente lo constructivo, no lo destructivo. Pero lo que tenemos ahora es una obra de teatro en la que los actores juegan el papel políticamente correcto para no desentonar. Unos lo aprovechan mejor. La pregunta es si podrá ir más allá.
García, por ejemplo, ha presentado un listado de obras y concesiones por 75 mil millones de dólares, casi el doble del presupuesto nacional, y mecanismos para acelerarlas. Pero para generar confianza y reimpulsar la economía, por ejemplo, más efectivo hubiese sido ofrecer un respaldo político a la reanudación de Conga y Tía María. O un apoyo a las reformas indispensables para subir a otro nivel de desarrollo. El gobierno carece de mayoría en el Congreso y de operadores políticos. Necesita conseguir respaldo político para esas reformas. Tampoco lo está pidiendo, al parecer. Y debería hacerlo.
Quizá la manera de avanzar en esto sería enganchar el diálogo con el índice de competitividad global del Foro Económico Mundial que acaba de salir. Allí se advierte que hemos mejorado posiciones en todo lo que hacemos bien (macroeconomía, etc.), pero hemos perdido posiciones en instituciones, infraestructura, salud y educación primaria, educación superior y capacitación, eficiencia del mercado laboral, preparación tecnológica, etc. El informe dice que los factores más problemáticos en el Perú para los negocios son una burocracia gubernamental ineficiente, corrupción, regulaciones laborales restrictivas, regulaciones tributarias, inseguridad y poca educación de la mano de obra. Hay algunos subíndices en los que el país está muy atrasado: sistema judicial (puesto 128 de 148), peso de la regulación gubernamental (113), confianza en la policía (137), calidad de la educación primaria (135), calidad de la educación en matemáticas y ciencias (140), prácticas de contratación y despido de trabajadores (129).
Ese informe es un espejo de los puntos críticos que el país debe resolver para seguir creciendo y diversificar su economía. Necesitaríamos un acuerdo para llevar a cabo las reformas necesarias para resolverlos. Algunas ya están en marcha, pero aun sin resultados visibles. El gobierno debe pedir ese acuerdo, o alguna fuerza política proponerlo.
Según el primer ministro, de las conversaciones surgió un consenso en torno a la reforma política (eliminar el voto preferencial, restablecer el Senado, financiamiento público de los partidos). Ojalá. Falta un consenso en torno a las reformas institucionales (Estado, educación, justicia) y laborales.
Publicado en El Comercio, 6 de setiembre de 2013