El Frente Amplio de Izquierda (Frenaiz) encontró el ideólogo que le faltaba: el politólogo norteamericano Steven Levitsky. La crítica central al ‘modelo neoliberal’ formulada por Salomón Lerner Ghitis luego del ‘diálogo’ con el gobierno fue tomada directamente de un reciente artículo del politólogo: que la ‘ultraortodoxia económica’ nos condenó a un bajísimo gasto social, afectando la lucha contra la pobreza y la inclusión social.
Es al revés. De lo que habría que hablar es de cómo en estos últimos 20 años se ha ido reconstruyendo un gasto social que acabó casi en cero, luego del experimento estatista-populista de los 70 y 80. Todo hubo que reconstruirlo, como después de una guerra: los ingresos del Estado (ahora mucho mayores que a fines de los ochenta), las carreteras Panamericana y Central, destruidas; las postas médicas, abandonadas –solo operaba la quinta parte de las que habían–; la salud pública, autoprivatizada; los colegios, y hasta los sueldos de los maestros, que se habían desplomado desde mediados de los 70, pauperizándose al extremo.
En realidad, en una serie de áreas el Estado recién se está construyendo, y aceleradamente. Como reveló el editorial de este Diario, la cobertura de la salud pública en el medio rural pasó de 29% el 2004 a 75% (INEI). El 2009, el gasto público en salud no era 1,2% del PBI como dice Levitsky, sino 3,1% (Banco Mundial), y el gasto social básico creció 173% en los últimos 8 años. El libro “El despegue rural”, de Richard Webb, demuestra cómo la inversión en caminos rurales en los últimos 15 años produjo una integración explosiva de los campesinos andinos al mercado.
Debemos ver la película, no la foto. La foto es manipulación deshonesta. Estamos detrás de otros porque partimos de cero, pero avanzando más rápido, también en reducción de pobreza e inclusión social. Incluso cometimos el error de acelerar demasiado, como pasó con la descentralización: los gobiernos locales, que antes no ejecutaban más del 5% de obra pública, ahora llegan al 40%, con las consecuencias de corrupción, anomia y patrimonialismo que eso trae y que generan mucho malestar y descontento.
La tarea es introducir eficiencia, gestión por resultados y meritocracia en ese gasto que crece, en el nuevo Estado que estamos construyendo. Preguntémonos quiénes se oponen a esa tarea. Pero la parte de Estado más difícil de construir es aquella que era despreciada por el modelo populista, pero constituye la esencia misma del Estado: la vigencia de la ley y la seguridad, imposible de lograr con los niveles abismales de corrupción e inoperancia que afectan a la policía y a la administración de justicia. No hay ley en el país, y muchos quieren que no la haya, por eso denuncian la ‘criminalización’ de la protesta social. La gran batalla pendiente es contra la ilegalidad, por la justicia, por la implantación del Estado legal. No del Estado empresario, que es juez y parte. Del Estado juez y buen servidor. De eso se trata.