Jaime de Althaus, Antropólogo y periodista
El Comercio, 12 de febrero de 2016
La caída de César Acuña en 3 puntos en la última encuesta de Datum despeja un poco el ambiente moral enrarecido que estaba asfixiando el proceso electoral y confirma que la población es capaz de castigar las conductas viciadas.
Es importante, porque existían dudas acerca de si el electorado reprobaría un delito poco conocido a nivel popular. Es cierto que su caída se ha producido en los sectores AB, pero también en el sur y en el medio rural, aunque no en el sector E. Gonzalo Portocarrero escribía el miércoles que “en nuestro medio los ejemplos de integridad son poco apreciados, mientras que el transgresor, el pendejo, tiende a ser valorado como un modelo de identidad mucho más atractivo”. Y concluía: “En el Perú la moral ha tenido un fundamento religioso, basado en el temor a un dios castigador. Entonces, cuando se erosiona este cimiento, por el agnosticismo o por una sensibilidad religiosa menos aterrada por el castigo divino, tenemos la situación actual que corresponde a un debilitamiento general de la conciencia moral”.
Pero las encuestas no estarían reflejando completamente esa visión pesimista. Cierto es, sin embargo, que no todos tienen la misma percepción de lo que es corrupto. Las autoridades de muchas municipalidades del país no entienden, por ejemplo, por qué el nepotismo es un delito. Ingresan a esos puestos públicos personas de un origen social o comunal donde el mercado y la empresa no están plenamente desarrollados de modo que las relaciones económicas se establecen sobre líneas de parentesco o amistad. Se contrata al pariente o al amigo, no al que tiene los méritos. Los concursos públicos no existen. El Estado es un medio para el ascenso social y el enriquecimiento personal y se establecen pequeñas mafias distributivas. Los bienes públicos terminan usándose como propios. Es el neopatrimonialismo, que no es sino la proyección a escala municipal del sistema comunal. Pero la reciprocidad, que es natural en una comunidad, se convierte en corrupción en un gobierno municipal o regional, más aun si este tiene recursos. Esa es la raíz de la explosión de la corrupción en la última década en los gobiernos subnacionales.
Fujimori tuvo tanto éxito porque estableció relaciones personales neoclientelistas con la población. Ese es el sector que aún apoya a Keiko Fujimori, pese a que ella no ha retomado el abrazo clientelista con los sectores andinos ni lo ha reformulado en una propuesta más moderna.
Una ética laica y republicana que separe claramente lo público de lo privado y que afirme la meritocracia requiere un desarrollo más profundo del mercado, de la empresa formal, de la propiedad, y de la profesionalización de la burocracia y de los presupuestos por resultados.
Algo de esto se ha venido dando con la acelerada integración del campo al mercado en los últimos 25 años (Webb), y quizá por eso vemos que, contrariamente a lo que yo pensaba, Guzmán tiene ahora en los sectores en D y E increíblemente la misma intención de voto que en el AB, lo que significa que puede jaquear a Keiko Fujimori en una segunda vuelta, aunque todavía está bajo en el sector rural, el fuerte absoluto de Keiko. Veremos. Lampadia