El nombramiento del nuevo presidente del Consejo de Ministros ha despertado sin duda buenas expectativas en la mayoría de los sectores. César Villanueva es conocido como un hombre inteligente, con carácter y personalidad. Es además un convencido del rumbo que hay que continuar para aumentar la expansión del bienestar y reducción de la pobreza, reconociendo con valentía natural que estos méritos ya vienen desde gobiernos anteriores. No parece, pues, que perderá tiempo hurgando para perseguirlos ni buscar a quien acusar, sino alentando a sus ministros para avanzar lo más rápido posible.
Efectivamente, ya les ha advertido, como líder del Gabinete, que deben también dejar sus escritorios para ir al campo de sus áreas respectivas. Esta actitud ya no es solamente una necesidad, es una urgencia. Los ministros tienen que convertirse en verdaderos líderes de sus sectores, pues a veces parecería que mientras transitan en sus autos negros encerrados y escoltados se aíslan de la realidad. Seguridad pública, burocracia, infraestructura, entre muchos otros, son asuntos apremiantes que requieren de intervención urgente.
Autoridad es una cualidad que parecería decidido a ejercerla. Como para muestra un botón puede ser suficiente, se acaba de postergar nuevamente la licitación de la línea del metro y el ministro de Transportes habría declarado que es una buena noticia, pues daría más tiempo para más postores o para mejorar las propuestas. No, no hay tiempo que perder. El metro debió estar ya construyéndose y no solo una línea más sino todas. Ojo que el metro no es para los más ricos, sino para la gran mayoría de la gente que pasa horas interminables apachurradas sufriendo y arriesgando sus vidas y su salud en las combis.
Los estudios para la línea 2 del metro se hicieron en el gobierno anterior y el costo estimado de la construcción era de 3.500 millones de dólares (100 millones por km es el promedio de costo en varios países donde se están construyendo metros actualmente, como Chile y México). Se han perdido más de dos años a ? n de rehacer los estudios anteriores para concluir que, con todos los cambios realizados entre los cuales figuran trenes sin conductores en túneles más profundos, el costo alcanzaría los 6.500 millones de dólares (185,7 millones por km).
Por otro lado, además de los problemas de salud y pérdida de tiempo señalados, los perjuicios para el país por la falta de solución ascienden a 4.000 millones de dólares anuales entre horas desperdiciadas por el desgaste del tráfico actual y el exceso de combustible. En el cálculo ni siquiera se ha incluido la pérdida de productividad que significa para las personas las horas inútiles para movilizarse.
El primer ministro Villanueva se ha referido también al preocupante tema de la inseguridad pública. Ojalá tenga el tiempo suficiente para abordarlo y obtener resultados porque claro que esto está vinculado al aspecto policial, judicial y carcelario. Sobre esto último, durante el gobierno anterior se tuvo la buena idea de iniciar la primera concesión para una prisión modelo y se concretó la adjudicación, pero el actual gobierno decidió no suscribir el contrato y mantener la situación actual: cárceles hacinadas como centros de reentrenamiento delictivo.
Por último, pero no menos importante, está el miedo, en muchos casos justificado, de los funcionarios del Estado a la firma, al exceso de normas y al entorpecimiento de la cantidad de papeles que implican las decisiones, a lo que también se ha referido el señor Villanueva. Si no hay forma de cambiar las disposiciones actuales para dar garantías a los funcionarios profesionales y honestos, una posibilidad podría ser incluir a la contraloría como parte de los comités de adjudicación de las grandes obras públicas de tal modo que todos queden tranquilos y las cosas se hagan. Ya es hora de solucionar con un fuerte y decidido liderazgo.
Publicado en El Comercio, 30 de noviembre de 2013