Iván Arenas
Perú21, 13 de setiembre del 2024
«Me explico a continuación. De un tiempo a esta parte el fujimorismo, sobre todo keikista, ha abandonado su base sociológica mayoritaria, aquellos sectores populares y emergentes que eran su amplia base electoral y política».
En la media nacional se empieza a debatir sobre presente y futuro del fujimorismo luego de la partida de Alberto Fujimori. De alguna manera, la líder natural de la herencia política del fujimorismo debería ser Keiko Fuijimori, no obstante, y valgan verdades, sus debilidades son hoy mayores que sus fortalezas.
Ahora bien, cuando se debate sobre el futuro del partido fujimorista de alguna u otra manera solo se trata de explicar quién asumirá el liderazgo político del legado Fujimori; sin embargo, la cosa no termina allí.
Me explico a continuación. De un tiempo a esta parte el fujimorismo, sobre todo keikista, ha abandonado su base sociológica mayoritaria, aquellos sectores populares y emergentes que eran su amplia base electoral y política.
Asimismo, vale hacer la apreciación siguiente. Si bien Alberto Fujimori conectó con el mundo popular y emergente, el fujimorismo se organizó en un partido “policlasista”, si cabe la palabra, porque en su seno albergaba intelectuales y académicos así como operadores de los sectores populares (algunos incluso provenían desde la propia izquierda).
Poco antes de morir, el historiador Tony Judt describió el abandono político y social del laborismo inglés de Tony Blair a los sectores populares con la frase siguiente: “La socialdemocracia siempre debe viajar en tren”.
El fujimorismo de ahora, si bien no viaja en tren como lo dice Judt, ya no lo hace tampoco en “mototaxi”, ese curioso vehículo donde se transportan los sectores populares de cabo a rabo en el país y que es asociado al “caos”, al “achorado” y al “transgresor”. Este fujimorismo de ahora ha olvidado su viejo bastión electoral y soslaya la representación política de ese inmenso mundo popular y también de los sectores emergentes que finalmente son el resultado de las políticas de apertura de principios de 1990. El problema del fujimorismo, entonces, se empieza a explicar desde la sociología nacional y no solo desde qué liderazgo debería quedarse con la herencia política.
Asimismo, de acuerdo a la aproximación anterior, la única manera que tiene el fujimorismo para vencer a esa enorme fuerza antifujimorista (porque todos sabemos que si bien Alberto Fujimori ha muerto el antifujimorismo seguirá vivo) es hacer sociología nacional, construir narrativas en el mundo popular y emergente y consolidar su presentación política en este mundo de instituciones populares y “conservadoras” (en el mejor concepto político del término).
Hoy Fuerza Popular es un partido del régimen fundado en 1990 por el propio Alberto; es el partido dirigente si se quiere, pero es un partido sin reales bases sociales en ese mundo popular y emergente. Es también un partido golpeado por la “politización de la justicia” y con poca recordación entre los jóvenes. La tarea del fujimorismo es entonces inmensa. No solo de revitalizar el liderazgo, sino también de volver a representar la sociología nacional.