Iván Arenas
Perú21, 28 de junio del 2024
“Cuando Laura Richardson, la jefa del Comando Sur de los Estados Unidos, advierte ante la Cámara de Representantes que China ha acaparado el mercado de minerales en Sudamérica, reconoce explícitamente que existe una geopolítica de los minerales”.
Hay una geopolítica del cobre. Mejor dicho, hay una geopolítica de los minerales críticos, entre ellos el cobre, el cobalto, el litio o las tierras raras. No podemos soslayar la realidad. Así es el mundo. Si cabe el sintagma podemos decir también que hay una geopolítica de la transición energética.
El francés Bastiat, rememorado siempre por los apologistas del libre comercio, habría dicho que cuando los bienes no cruzan las fronteras lo hacen los ejércitos. Semejante razonamiento se topa con la dura geopolítica. Alemania y Rusia habían sellado la paz perpetua con el Nord Stream 1 y 2. Ahora Alemania provee de materiales de guerra a Ucrania. Así es el mundo.
Hay, por lo tanto, una geopolítica del cobre. El Perú —aunque la noticia pase bastante desapercibida en los medios nacionales— está de moda en China. China tiene intereses en el Perú, nosotros también tenemos intereses en el lejano “país del centro”. El cobre figura entre estos intereses; también el puerto de Chancay, hechura china de cabo a rabo. Un detalle, y por si no se sabe, el Perú ha evitado una guerra con algún país vecino con la construcción del puerto de Chancay.
Cuando Laura Richardson, la jefa del Comando Sur de los Estados Unidos, advierte ante la Cámara de Representantes que China ha acaparado el mercado de minerales en Sudamérica, reconoce explícitamente que existe una geopolítica de los minerales. Richardson ha visitado por tercer año consecutivo esta parte del continente.
Por estos días también está en la agenda nacional informativa la posible aprobación de una ley que debe transparentar los recursos y el financiamiento de las organizaciones no gubernamentales (ONG). Varias de estas ONG se encargan hoy de desarrollar mitos, construir relatos, hacer política y consolidar un poderoso lobby de antiminería moderna. ¿Quién o quiénes los financian? ¿Por qué solo desarrollan su “vigilancia ciudadana” contra la minería moderna y no contra la inmensa ilegalidad alrededor del oro, el cobre y el óxido de hierro? Semejantes preguntas deben ser respondidas con la nueva ley.
Un detalle: fue Rafael Correa, expresidente ecuatoriano y hombre adorado por la izquierda local, quien expulsó a 26 ONG. En aquella ocasión, Correa argumentó que “estos con la panza bien llena vienen a convencer a los indígenas de que no se puede extraer petróleo o hacer minería”. Asimismo, apeló a la defensa de la soberanía ecuatoriana.
Alguna vez, Jhon Quincy Adams, expresidente del país al que los liberales locales exponen siempre (y con razón), dijo que “Estados Unidos no tenía amigos permanentes, sino intereses permanentes”. Y está muy bien. ¿Por qué nosotros no podemos tener “intereses permanentes” y a la vez respetar y promover la propiedad y las inversiones?