Iván Alonso
El Comercio, 25 de abril del 2025
“Una cosa es la guerra de almohadas en la que se ha convertido la política, y otra es la realidad económica”.
Ninguno de los candidatos que proponía un cambio de Constitución en las elecciones pasadas sabía o quería explicar por qué. Ahora el doctor Alfonso López Chau, rector de la UNI y precandidato presidencial del partido Nuevo Perú, ha declarado que desearía volver a la Constitución de 1979 porque la del ‘93, según sus palabras, “divide a los peruanos”. No nos ha explicado, sin embargo, cómo ni de qué manera nos divide. Uno diría, más bien, que en muchos sentidos ha reducido o eliminado las divisiones que antes había.
En los últimos 30 años, que coinciden, más o menos, con la Constitución vigente, el Perú ha vivido una prosperidad sin precedentes, que ha elevado el nivel de vida a lo largo y ancho del país y acortado la distancia entre ricos y pobres. Los datos abiertos del Banco Mundial muestran que la participación del 20% más pobre de la población en el ingreso nacional prácticamente se ha duplicado, pasando del 3% a casi el 6% entre 1996 y el 2022, mientras que la del 20% más rico se ha reducido del 57% al 46%.
El acercamiento de los ingresos ha acercado también los estilos de vida. Viajar en avión, por poner uno de muchos ejemplos, era un privilegio. Para ir a Europa había que ser izquierdista o millonario. Hoy los vuelos están al alcance de la mayoría de la gente. El número de pasajeros en rutas domésticas ha subido de 2 millones en 1993 a más de 13 millones el año pasado.
Cada vez más la vida en provincias se parece más a la de Lima. Hay centros comerciales y cines en todas o casi todas las capitales de departamento. Hay los mismos restaurantes de comida rápida y los mismos cafés.
En 1996 el 46% de las camas de hospital estaba en Lima; Cajamarca, Apurímac y Huancavelica, sumados, no llegaban al 3%. Un cuarto de siglo después Lima tiene el 36%, y esos tres departamentos juntos, más del 6%. Mientras en Lima se agregaba 6.000 camas, en el resto del país se agregaba 18.000. Quince departamentos tenían menos de 100 médicos por cada 100.000 habitantes en el 2010; doce años después eran solo cinco.
Podríamos continuar hablando de conexiones eléctricas, educación, tipo de vivienda. Dondequiera que miremos encontraremos menos diferencias que antes. Las divisiones entre los peruanos no son mayores, sino menores. Una cosa es la guerra de almohadas en la que se ha convertido la política, y otra es la realidad económica.