Iván Alonso
El Comercio, 14 de febrero del 2025
“Quizás el principal obstáculo para que mucha gente deje el carro por el ómnibus sea la calidad del transporte público que las autoridades están dispuestas a permitir”.
En su último Reporte de Inflación el Banco Central de Reserva (BCR) presenta un análisis sobre la congestión del transporte urbano en Lima y sus efectos económicos. El análisis parte del tiempo que toma recorrer una distancia de 10 kilómetros, según las mediciones de TomTom, una firma especializada en tecnología de transporte. En Lima son 28 minutos en promedio y 43 en horas punta, más de lo que toma en Buenos Aires, Bogotá y otras ciudades sudamericanas. La diferencia se debe a la congestión, y la congestión, posiblemente, a la falta de un buen sistema de transporte público. Pero eso no significa que cualquier inversión en infraestructura de transporte esté justificada.
Entre el mayor tiempo de viaje y el mayor consumo de combustible, la congestión, estima el BCR, les cuesta a los limeños más de S/23.000 millones al año. El costo real probablemente sea menor. Parte de lo que se paga por el combustible va, si no a las arcas municipales, a las fiscales, y una parte de eso regresa a la ciudad. Otra discusión en la economía del transporte es si el valor del tiempo de viaje es el mismo que el del tiempo de trabajo. Muchos economistas se inclinan a decir que es la mitad.
En cualquier caso, estamos hablando de un costo de S/12.000 millones al año como mínimo y que crece con el paso del tiempo. No todo ese costo se puede eliminar ni con el mejor sistema de transporte público. Hay que tener en cuenta, además, que la gente está dispuesta a tolerar algo de congestión a cambio de la comodidad del transporte privado. La revista “The Economist” reportaba hace poco más de un año que los metros construidos en los últimos años en distintas ciudades de la India no tenían ni la mitad de los pasajeros proyectados. En Bangalore, donde la velocidad promedio de viaje en carro, medida por TomTom también, no es mucho mayor que la de Lima, la proporción es de apenas 6%.
Quizás el principal obstáculo para que mucha gente deje el carro por el ómnibus sea la calidad del transporte público que las autoridades están dispuestas a permitir. Dicho de otra manera: los dos o tres soles que puede costar un pasaje para estar dentro de lo políticamente tolerable no alcanzan para ofrecer una calidad mínimamente aceptable para quienes viajan hoy en auto propio o en los tan satanizados colectivos.