Ismael Benavides
Expreso, 31 de mayo del 2024
Cuando sobrevino la crisis subprime en los Estados Unidos y quebró lo más distinguido de la banca mundial empezando con Lehman Brothers, y los gobiernos de los países desarrollados tuvieron que apoyar a sus bancos para evitar una crisis sistémica, los más importantes “gurús” de la intelectualidad de izquierda local y del diario La República predijeron el “fin del capitalismo”. La respuesta de nuestras autoridades monetarias y el presidente Alan García para calmar la situación en el Perú, fue reforzar las defensas económicas del país y aseverar correctamente que el capitalismo y la economía de mercado tiene una infinita capacidad de regenerarse y reinventarse pues su fuerza está en la libertad de movilizar a millones de individuos que ponen a buen uso su capacidad creativa para enfrentar las adversidades y buscar nuevas soluciones para relanzar las economías. Eso es lo que exactamente ocurrió, y hoy la economía mundial ha gozado de más de una década de crecimiento, innovación y prosperidad gracias al capitalismo.
El reverso de la medalla está en las economías aun centralmente planificadas como China, que ha dilapidado gran parte de los recursos que obtuvo exportando su mano de obra barata a EEUU y el resto del mundo, en inmensas ciudades y viviendas vacías en toda China y ahora exportando vehículos eléctricos de baja calidad que ocupan 2 años de inventarios en parqueos de Europa, o lanzando acero subsidiado al mundo quebrando varias siderúrgicas como Huachipato en Chile. En el largo plazo ese tipo de economías no son sustentables como lo comprobó la fallida Unión Soviética.
En el Perú nuestra iluminada izquierda criolla, en el contexto de una conspiración para vacar a la presidenta Boluarte, vaticina sesudamente el “agotamiento del modelo económico”, o “neoliberal” según su peculiar visión de la economía. Lo cierto es que exministros y viceministros, y asesores de Castillo, Sagasti y Humala, no solo pontifican aseverando que debemos repensar nuestro modelo económico, que ellos mismos se han encargado de distorsionar, sino también se han embarcado sospechosamente en una campaña destructiva contra la agro exportación, el modelo más exitoso de crecimiento y reducción de pobreza en el Perú del último siglo, justo cuando se va a discutir una nueva ley agraria en el Congreso.
Los números no mienten, y para simplificar la discusión remitámonos a los resultados de las constituciones en las últimas décadas. Las constituciones socialistas fracasaron estrepitosamente. El Velascato entre 1968 y 1980, pisoteando la Constitución de 1933 y con sus medidas dictatoriales solo creció al país en 1.1% anual y terminó con una inflación de 60%, empobreciéndolo. La Constitución de 1979, vigente entre 1980 y 1993 generó un desastroso decrecimiento de -1.8% anual y terminó con 7,500% de inflación. Mientras la Constituciones más liberales y pro economía de mercado como la de 1933 que generó un crecimiento de 2.5% anual y la de 1993 que generó un crecimiento promedio de 3.5% anual, a pesar de la crisis de la última década, han sido las que más han generado bienestar al pueblo peruano.
Finalmente mencionar al modelo boliviano tan ponderado por la izquierda y personajes como Verónika Mendoza, acaba de empezar a implosionar. Su déficit fiscal está en 7.8% del PBI para 2024, y sus exportaciones cayeron 21.41% en el 2023 gracias al inepto manejo estatal del gas, su principal exportación. Sus reservas internacionales cerraron el 2023 con US$ 1,709 millones, las más bajas en 17 años y hoy escasean los dólares en el mercado llevando el cambio oficial de 6.89 pesos por dólar a 9 o 10 en el mercado paralelo, una devaluación en torno al 30% o más. ¿Es este el modelo que queremos para el Perú?
El modelo económico peruano bajo la Constitución de 1993 fue el más exitoso en América latina por años y no está agotado, sino mal administrado por nuestra inefable izquierda que ha tenido la gestión del país desde el 2011 a la fecha.