Ismael Benavides
Expreso, 6 de setiembre del 2024
Cuando me empezaron a llamar hace un mes, importantes personajes de la sociedad venezolana y otros destacados ciudadanos de la región para felicitar al Perú por la brillante y valiente alocución del canciller Javier González Olaechea en la OEA, llevando la voz, estoy seguro, de un grupo de países democráticos, pero también frente a un cúmulo de paisitos de poca trascendencia dominados por el Chavismo, y potencias continentales como Brasil y México, silentes ante la prepotencia de un gobierno abusivo y corrupto como el de Maduro, pensé, este es un momento del que los peruanos podemos sentirnos orgullosos y ponernos en vitrina como un país capaz, democrático y defensor de la libertad y los derechos humanos. Lo reflejó la popularidad del canciller que subió a 48% frente al casi clandestino 5% de aprobación de la presidenta, que ha sido incapaz de aprovechar el momento y sentar su posición como lo ha hecho el presidente izquierdista Gabriel Boric de Chile abonando a su popularidad.
Después de más de 1 O años de malos gobiernos y el empobrecimiento del país, Javier González Olaechea nos dio una luz en toda esta mediocridad y nos demostró que el Perú sí puede, y cuando se juntan los mejores, el Perú tiene las fortalezas, y puede dar el ejemplo para recuperarse y salir adelante.
Ahora regresamos a la normalidad de un gobierno mediocre envuelto en escandaletes de poca monta, pero peligrosos para la democracia, y que la prensa caviarizada persiste en levantar obviando los grandes problemas que el país tiene enfrente. Ni las torpezas de la presidenta y las actividades en la sombra de su hermano, ni las sinuosas actuaciones de una desprestigiada Fiscalía, la fantasiosa versión del auto presidencial usado para trasladar a un fugitivo, van a contribuir a resolver los problemas del país y los que sienten los peruanos en el día a día.
El Perú se encuentra hoy ante una muy difícil coyuntura que requiere serenidad para pensar y diseñar estrategias de salida, y no escuchar cantos de sirena de los que dicen” si hay plata”. Tenemos una inseguridad ciudadana desbocada, la sensación de los peruanos que todos los días suben los alimentos y los sueldos no alcanzan, un déficit fiscal que bordea un peligroso 4% del PBI, un creciente endeudamiento externo y un riesgo de perder el grado de inversión con sus consiguientes efectos económicos. Tenemos una pobreza del 30% y un desempleo que afecta a todos los segmentos de la sociedad, y un magro crecimiento de la inversión privada que aún duda de la capacidad del Gobierno de protegerla, o cuáles serán los resultados de las elecciones del 2026 con un panorama político tan atomizado.
La coyuntura exige que la presidenta trace una línea clara para resolver los problemas. ¿Será capaz de hacerlo? De lo contrario el fantasma de la vacancia rondará cada vez más cerca. En estos momentos se requiere la serenidad y también la exigencia a los ministros para que resuelvan los problemas críticos en el candelabro. Exigirle al ministro del Interior resultados de la lucha contra la inseguridad ciudadana, y menos locuacidad, también al ministro de Agricultura que apoye a los pequeños agricultores que son los que nos abastecen los alimentos y aún sufren los estragos de la crisis del 2022 y el niño del 2023, y no nos diga que los peruanos comemos muy bien, que apoye al ministro de Energía y Minas a atraer inversión a la minería y aprovechar los altos precios de los minerales, que no es fácil, cuando hace menos de 2 años teníamos una premier que incendiaba las minas, y por último que dejen de manosear al MEF que tiene la difícil gestión de resolver la bomba de tiempo de Petroperú y la dura tarea de contener el desbocado gasto público. En todo esto el desprestigiado Congreso debe contribuir y no ser causante de la agudización de estos problemas, y debe acelerar la legislación para hacer las reformas políticas necesarias que nos permitan unas elecciones decentes en el 2026.