Ismael Benavides
Expreso, 28 de junio del 2024
El sueño del general Velasco Alvarado de hacer de Petroperú el buque insignia de su disparatada política de creación de decenas de empresas estatales que supuestamente iban a ser más eficientes que las empresas privadas que las precedieron, se derrumbó con la construcción de la Refinería de Talara que construyó su pupilo Ollanta Humala y la ineptitud y corrupción en su gestión. Las empresas estatales que heredó la democracia después del Gobierno militar en 1980 llegaron a perder más de 2,500 millones de dólares anualmente y felizmente se logró privatizar la mayoría de ellas en los años 90. Hoy Petroperú ha perdido más de 800 millones de dólares en los años 2022 y 23 y el nuevo directorio ha anunciado perdidas de 750 millones este año, 2 millones de dólares diarios. Enorme cantidad para una sola empresa y que impacta muy negativamente en las finanzas del Estado y en el costo de los combustibles para los peruanos.
A la izquierda peruana parece no interesarles las pérdidas, ni tampoco la corrupción que se gestó tan visiblemente durante el gobierno de Pedro Castillo con la venta de puestos en el directorio y el desmedido aumento de personal, más les importa satisfacer sus ideologías congeladas. En el mundo moderno dejó de haber el concepto de empresas estratégicas y la casi totalidad de empresas petroleras en el mundo desarrollado son privadas. Hoy solo en el afiebrado mundo de la izquierda latinoamericana se mantienen empresas petroleras estatales que pierden dinero constantemente; basta ver Pemex que ha tenido enormes pérdidas en 9 de los últimos 10 años, PDVSA en Venezuela redujo su producción de 3 millones de barriles diarios a 500 mil hipotecándose a la China y así la lista se extiende sin excepción en todos los países de la región.
En el Perú Petroperú compró una refinería que ha costado 6,500 millones de dólares incluyendo intereses y gastos preoperativos para refinar solo 100 mil barriles diarios, mientras una refinería nueva de 300 mil barriles día en Estados Unidos cuesta 7,000 millones de dólares. Esa es la magnitud de la estafa que debe ser investigada, pero peor aún la refinería es invendible y no atraería a ningún inversionista en su sano juicio.
El nuevo directorio de Petroperú ha anunciado una serie de medidas que van en la dirección correcta, pero son insuficientes para rescatar la empresa, que incluye un aporte adicional de 2,200 millones de dólares. Con el ritmo de pérdidas y el flujo requerido para pagar la deuda de la refinería, ese monto no alcanzará y continuará siendo una sangría para el estado. Se ha hablado de privatización o de incorporación de capital privado, pero es dudoso que alguien invierta en una empresa tan deteriorada y con una refinería tan inflada en valor que es invendible a lo que costó.
Una idea adoptada especialmente en el mundo financiero sería dividir la empresa en dos, la empresa “buena” que mantendría todos los activos productivos y propiedades de Petroperú y la empresa “mala” que solo tendría la refinería de Talara. La empresa “buena” o Petroperú podría operar normalmente reduciendo fuertemente sus costos operativos y vendiendo activos innecesarios para eventualmente incorporar capital privado, y la empresa “mala” con la refinería, podría continuar como propiedad del estado y concesionarse a un operador internacional de primer orden, que reestructure de la mano con el gobierno la deuda de la refinería a muy largo plazo y le pague una renta al estado peruano que permita en el tiempo recuperar la absurda inversión en la refinería. Este operador abastecería de combustibles a la Petroperú “buena” y podría también vender combustible a terceros que le permita operar a plena capacidad.
Hay opciones de salvar la empresa y mejorar su gestión, solo se necesita creatividad y decisión política, pero Petroperú debe de dejar de ser una empresa gestionada por el estado, por el bien de todos los peruanos.