Ismael Benavides
Expreso, 28 de febrero del 2025
Ha quedado más que demostrado por la multiplicidad de experiencias exitosas desde la China, hasta diversos países de sudeste asiático, y en el propio Perú, que la mejor manera de reducir la pobreza es con crecimiento económico. Así lo pudimos palpar en el período 2006-2011, en el 2º gobierno de Alan García, que con un crecimiento promedio de 7.2% anual, la pobreza monetaria cayó de 49.1% de la población a 27.8% de la población, es decir 21.3 puntos porcentuales en 5 años. El siguiente gobierno del 2011 al 2016, de Ollanta Humala, con la izquierda, redujo el crecimiento promedio a 5.6%, a pesar de la inercia positiva del gobierno anterior y terminó en 4% el 2016, reduciendo pobreza en solo 8% a un 20% de la población. Allí nos estancamos por la seguidilla de gobiernos ineptos del 2016 hasta el 2021, influidos por la pésimamente manejada pandemia que llevó la pobreza a 30%, y seguimos cercanos a esa cifra pues ni el inepto Castillo, ni su sucesión han podido elevar el crecimiento de nuestra economía para generar bienestar, empleo y reducir pobreza. Es por ello refrescante escuchar al Ministro de Economía, a pesar del lastre que llevamos de más de 20 años de gobiernos de izquierda, se ponga una meta de crecer un 4% nuestra economía en el 2025.
La izquierda peruana en su afán de desacreditar la economía de mercado, y promover el socialismo asfixiante, constantemente le puso etiquetas al crecimiento económico y la economía capitalista. En el gobierno de Toledo, a pesar de ser de raigambre caviar tuvo ministros promercado, la izquierda etiquetó despectivamente el crecimiento de la economía en ese momento como la teoría del “Chorreo”, es decir que los beneficios del crecimiento se quedan a los niveles mas altos de la sociedad y eventualmente “chorrea” a los niveles más pobres, nada más insidioso. El crecimiento acelerado de la economía en el gobierno de García lo desacreditaba la izquierda afirmando falazmente que era por los altos precios de los minerales, cosa que fue desmentida por la dramática reducción de pobreza y el crecimiento de la clase media. Finalmente vino el inicio de nuestra decadencia con Ollanta Humala que en su ignorancia empezó su gobierno diciendo que debemos de “incluir antes que crecer”, casi tan dañino como su “agua si, oro no”, que paró la mina Conga y ralentizó la inversión minera en el Perú. La vasta influencia caviar en ese gobierno infló el gasto publico y lanzó programas típicos de los gobiernos socialistas como Qali Warma, Pensión 65, Cuna Mas, etc., que solo anclan a la gente a la pobreza. A Humala lo siguieron una seguidilla de Presidentes ineptos apoyados por la izquierda, culminando con el desastre de Pedro Castillo que nos retrasaron más de una década en crecimiento económico y reducción de pobreza.
Instituciones tan acreditadas como el Banco Mundial y muy reputados economistas internacionales aseveran que con crecimientos acelerados, por encima del 3% anual, cada punto del PBI significa 1.5% de reducción de pobreza El Perú debe de retomar, sin complejos, y sin hacer caso a las miserables etiquetas de una izquierda anquilosada y desfasada en el tiempo, un crecimiento económico acelerado, donde se promueva activamente la inversión privada en todos los sectores de la economía, como motor del crecimiento. Esto deberá estar acompañado de reformas de segunda generación, que resulten en mejoras en nuestro capital humano con inversión en educación y salud, infraestructura donde tenemos un gran déficit, y seguridad y protección social a la población. Todo esto deberá venir acompañado de una desburocratización del estado poniéndolo al servicio de la población y no a la burocracia, leyes estables que permitan una visión a largo plazo de los inversionistas y agentes económicos, un mercado de capitales solido y estable no con los sobresaltos de los torpes retiros de las AFP, mercados eficientes e integrados al mundo, e instituciones sólidas, pasando por una reestructuración de nuestro sistema de administración de justicia.