Por: Ismael Benavides
Expreso, 18 de agosto del 2023
Hace poco visité unas oficinas del Ministerio de agricultura y me llamó la atención los funcionarios con camisas bordadas con el logo de la institución y flamantes camionetas en el patio, todo símbolo de una burocracia con privilegios. No solo eso, el ministerio está construyendo una nueva sede en Jesús María alejado del centro neurálgico de la agricultura en La Molina donde están el INIA, SENASA, el centro Internacional de la Papa y la Universidad Agraria. Toda una burocracia floreciente frente a un sector agrario que ocupa el 23% de nuestra PEA, sufrido por el abandono, la pobreza y las decisiones mal tomadas por esa misma burocracia, con contadas excepciones, insensible y citadina llena de preconceptos e ideas social confusas que han llevado a tomar decisiones equivocadas con impactos enormes sobre esta actividad productiva vital para el país.
Primero fue Velasco con la reforma agraria 1970, la más feroz de la región, que empobreció al agro y causó migraciones masivas a Lima y otras ciudades, cayendo la participación de un lugar preponderante en el PBI a solo 6% que es hoy. La destrucción de la fibra social de nuestros departamentos devino primero en el caldo de cultivo de Sendero Luminoso y hoy en regiones dominadas por reyezuelos corruptos prendidos de la ubre del estado. A todo esto nuestros jóvenes incautos aplauden películas como “La revolución y la tierra” un brebaje ponzoñoso preparado por los resentidos de siempre que quieren cambiar la historia.
No solo la ley de reforma agraria destruyó el campo, sino que empezaron los monopolios comerciales del estado, ENCI y ECASA que trastocaron los hábitos de consumo de los peruanos fomentando el uso de alimentos importados como el trigo, el arroz y la leche en contra de los productores Peruanos de papa y panllevar. La ley de reforma agraria velasquista no permitía sociedades anónimas en el campo y no fue reformada por Belaunde ni García 1, y el agro se descapitalizó volviéndose adicto a los préstamos del Banco Agrario, rápidamente licuados por la inflación y el Estado siguió importando alimentos, peor aún, con el dólar MUC de la segunda parte de los 80 que competía en contra del empobrecido productor nacional.
La derogatoria de la ley agraria de Velasco y la nueva Constitución del 93 cambiaron todo lo anterior y el agro tímidamente empezó a crecer en los años 90, pero el trauma de la reforma agraria y el castigo permanente al agro durante dos décadas por malas políticas del estado estaba aún fresco y hubo poca inversión en el campo. Solo a partir de la dación de la ley de promoción agraria 27360 en 1990 se empezó a generar entusiasmo para invertir en el campo. Solo a partir de la dación de esta ley de promoción agraria se empezó a generar entusiasmo para invertir en el campo y hoy vivimos el orgullo de ser los primeros exportadores de paltas, arándanos y uva entre otros.
Ha pocos días visite un otrora prospero vivero que producía plantones para las nuevas plantaciones de paltos y uvas, y el dueño me dice “hace un año no vendo una planta”, reflejo claro que se paró la inversión en el campo. Todo esto gracias a la derogatoria de la ley 27360 de promoción agraria que fue erogada por burócratas liderados por un encargado de la presidencia, habituado a usar fulares de seda y de voz engolada apellidado Sagasti que poco a nada entiende del Perú y un Presidente que en realidad no era agricultor sino sindicalista, hoy vacado, el cual levantó otra vez el fantasma de la “segunda reforma agraria” y perjudico al agro por las falsas importaciones de urea. Así de fácil de destruye el trabajo de los Peruanos, fuimos los mejores del mudo produciendo azúcar y algodón, hoy algo recuperemos en azúcar, somos los primeros en arándanos uvas y paltas,
¿Cuándo dejaremos de serlo si no hay inversión?
En poco más de 4 décadas hemos destruido 3 veces el agro y continuamos haciéndolo, con un estado ausente de los pobres pequeños agricultores que quieren y necesitan integrarse a cadenas productivas pero el estado no los ayuda, no reciben asesoramiento, ni infraestructura y tampoco apoyo comercial, por lo tanto los millones de productos alto andinos que hoy venden lo hacen recibiendo, por ejemplo, por la papa 50% menos que el año pasado.
La penosa situación del agro peruano en un mundo moderno de alta tecnología y cada vez mayor demanda de alimentos es inaceptable y si el gobierno quiere promover la inversión y apoyar a la agricultura más pobre deben hacerse cambios profundos en la política agraria.