Ignacio Basombrío Zender
Sucesos, 5 de julio, 2017
Existe un problema serio en la evolución de la economía peruana. En los últimos tres meses la situación se ha deteriorado de manera significativa. Las visiones optimistas que existían por entonces, a las cuales me referí en su oportunidad, en artículo publicado en Sucesos, han quedado de lado, como consecuencia de errores en la conducción política y en la gestión administrativa.
Tanto la inversión pública como la privada no marchan bien. Me preocupa más, obviamente, el desgano de los inversionistas privados para comprometerse en nuevos proyectos. Creo que la burocracia ha logrado algunas victorias. Los trámites administrativos interminables y las arbitrariedades en la interpretación de las normas han tenido resultados. Los empresarios han, en muchos sectores, bajado los brazos. Mejor dicho, evalúan mejores opciones financieras para utilizar sus recursos, su capacidad de endeudamiento y su espíritu empresarial. Los voceros del Estado presentan periódicamente listas de proyectos que ejecutaría el sector privado. Aparecen en los medios de comunicación y se exponen en foros financieros y económicos internacionales y nacionales. Pero, en verdad, no son realidades, son buenas ideas. Los proyectos que avanzaron un poco más pueden encontrar, de manera súbita, problemas derivados de mecanismos absurdos, como la consulta previa, herencia del régimen toledista.
No debe preocuparnos tanto el lento crecimiento de la economía, como el desinterés creciente de los grupos empresariales, pequeños, medianos y grandes, por comprometer recursos para el futuro. Se han logrado, por ejemplo, gracias a esa nefasta consulta previa y falta de autoridad, cancelar importantes proyectos mineros que, de haberse concretado en su momento, habrían garantizado un crecimiento económico más sólido.
Me preocupa, más que la reducción de la tasa de crecimiento de la economía, las exigencias ambientales, que traban los proyectos, encarecen sus costos y ponen en manos de organizaciones con un sesgo antiempresarial un poder superior al del Estado, al lograr, en la práctica, la interrupción de los proyectos, mediante actos de violencia, movilizaciones y la aceptación por parte del gobierno de interminables mesas de negociación.
No quiero seguir abundando en razones, pero observo que la paralización económica del sector privado es algo más que una percepción o una argumentación de los llamados, con algún sentido peyorativo, opinólogos. El problema es de confianza, que se debilitó durante el humalato, y que en esta administración no se ha recuperado y, posiblemente, se haya debilitado.
En cuanto a la inversión pública, además de los tradicionales problemas de la reducida (y no siempre transparente) capacidad de gestión, en especial de los gobiernos regionales y locales, ahora ha aparecido, con más fuerza que nunca antes en la historia del país, la Contraloría General de la República. No se puede anticipar cuales serán los efectos, en términos de ejecución de proyectos de inversión pública, del empoderamiento otorgado a la Contraloría.
Tengo preocupación por la denominada reconstrucción con cambios. Hasta ahora no se conoce nada, salvo unas cifras preliminares y posibles autorizaciones para utilizar recursos públicos. Desconozco que se hayan llevado a cabo obras de rehabilitación. La persona designada no tiene experiencia en la ejecución de obras. Según sus referencias personales, aparecidas en la página web de RPP,hizo su bachillerato de Ciencia Política y Sociología en la Universidad de Indiana Bloomington (1979-82), su maestría en Relaciones Internacionales en la Universidad de Yale (1983-85) y su doctorado en Ciencia Política en la Universidad de Chicago (1991-93). En estos dos casos, su especialización fue en economía. En 2003, completó una maestría adicional en administración pública en la Universidad de Harvard. Sin duda, excelentes credenciales académicas, pero tal vez no las necesarias para poner en marcha obras públicas, con la participación de múltiples actores sociales y políticos.
Las previsiones macroeconómicas para el 2017 son, como he indicado anteriormente, más débiles que las estimadas a inicios del año, a pesar que el entorno internacional no es más desfavorable. Los pronosticadores, sean organismos del Estado o entidades financieras o centros académicos, revisan a la baja las proyecciones.
He analizado, con cierto detenimiento, esas proyecciones macroeconómicas y, en base a consultas y lectura de documentos, puedo concluir que es posible que los resultados sean menos optimistas que los anunciados en las últimas semanas. De tal manera, el producto bruto interno, es decir la producción de bienes y de servicios, podría aumentar en 2 por ciento en el presente año. Un crecimiento mediocre según declaró el presidente de la República en la reunión reciente del Grupo del Pacífico. En ese orden de ideas, todos los otros indicadores tendrían débil crecimiento con un posible incremento del déficit fiscal.