Esta semana las autoridades del Ministerio de la Producción han prometido con el Plan Nacional de Diversificación Productiva “un gran salto” hacia el desarrollo en el que el Estado, “liderando un gran esfuerzo”, promoverá la innovación, creará parques industriales y apoyará a ciertas empresas e industrias, “fortaleciendo nuestras propias potencialidades” y generando “entre los peruanos una visión de largo plazo”.
Suena bonito, pero el plan es un ejemplo de “La tiranía de los expertos”, título en inglés del nuevo libro de William Easterly, uno de los economistas más destacados en el mundo que se especializa en el desarrollo económico. Su libro es una crítica de fondo a los expertos en desarrollo que buscan implementar soluciones tecnocráticas a la pobreza. Para Easterly, el problema no es solamente que tales estrategias no funcionan bien. Además afirma: “La ilusión tecnocrática es que la pobreza resulta de una insuficiencia de la pericia de los expertos, cuando en realidad la pobreza se debe a la falta de derechos”. Por su enfoque tecnocrático, los expertos en desarrollo se despreocupan de las libertades civiles, económicas y políticas, y así debilitan los derechos de los pobres y desalientan el mismo desarrollo.
El autor describe que el afán por mejorar las condiciones materiales de los pobres a través de programas, muchas veces financiados por y diseñados en los países ricos, es una tradición que viene desde el colonialismo antes de la Segunda Guerra Mundial. En los peores casos, los expertos en desarrollo suelen fortalecer a regímenes autoritarios. Usando argumentos tecnocráticos, por ejemplo, el Banco Mundial ha financiado a un sinnúmero de dictaduras durante los últimos 60 años. Desde el principio, tales argumentos han servido a diversos intereses poderosos que buscan apoyar a países aliados, financiar negocios propios, restringir la inmigración a países ricos, etc.
La crítica de Easterly es fundamentalmente moral y se extiende a países no autoritarios. La libertad del individuo es un fin que debemos valorar por sí solo. Es también la clave del desarrollo y Easterly lo muestra basándose en la experiencia histórica que abarca miles de años y casos tan distintos como los de las diásporas chinas, el crecimiento de Manhattan, o las ciudades libres de la Italia del siglo XIII.
Las soluciones espontáneas, las no planeadas e inesperadas, son las que promueven el progreso. Esas se alimentan del conocimiento disperso en la sociedad y dependen de condiciones locales y preferencias cambiantes. Ningún experto o grupo de expertos puede reunir toda esa información y tomar una decisión por toda la sociedad. Es una tarea imposible. Inspirado en el trabajo de Friedrich Hayek, Easterly explica que incluso en el mundo en desarrollo, cuando se respetan las libertades de los individuos, las decisiones que toman llevarán a resolver los problemas que los expertos pretenden resolver. En lo económico ese sistema es el mercado; en lo político es una democracia que limita los poderes del Estado.
Es una lección perfectamente aplicable al Perú. El país está viviendo el mejor momento en su historia debido a la liberalización económica e incremento de libertades políticas y civiles. Pero sigue siendo un país que viola demasiadas libertades económicas, asunto que golpea de manera especialmente fuerte a los pobres. Por lo menos el ministerio reconoce ese problema.
El error del ministerio es su condescendencia hacia los peruanos, pues no cree que con plenas libertades los peruanos, a diferencia de los ciudadanos de los países ricos de Occidente, son capaces de lograr el desarrollo económico. No hay ninguna evidencia que respalde ese prejuicio. Además, ¿no sería una violación de los derechos de los demás el usar los recursos del contribuyente para favorecer a empresas particulares? Los expertos en el ministerio deberían leer el libro de Easterly. Allí queda claro que para lograr el desarrollo no hace falta un ministerio de la producción.