Ian Vásquez
El Comercio, 15 de octubre del 2024
“El pico de la población mundial ocurrirá en pocas décadas y será seguido por una despoblación pronunciada”.
La población de Corea del Sur, 52 millones de personas, se está encogiendo. Su tasa de natalidad está muy por debajo de lo que debería ser para mantener su nivel de población. Esa tasa cayó en un 88% desde 1960. En unas tres décadas, la población coreana contará con tan solo 12 millones de personas.
Ese estimado lo hace Jesús Fernández-Villaverde de la Universidad de Pensilvania. Las tasas de natalidad han estado colapsando alrededor del mundo. Corea es un caso extremo, pero solamente porque es un caso adelantado. Fernández-Villaverde calcula que, a nivel global, la tasa de natalidad ya puede haber caído un poco por debajo del nivel de reemplazo; es decir, de la tasa necesaria para mantener la población constante.
En un importante ensayo recientemente publicado en “Foreign Affairs”, el demógrafo Nicholas Eberstadt describe cómo esta tendencia global nos está llevando a una “Era de despoblación”. Dice que, por primera vez desde la peste negra en el siglo XIV, la población del mundo se contraerá, pero esta vez será por un tiempo indefinido.
El desplome de las tasas de fertilidad es una tendencia que afecta a los países ricos y pobres, y que ha estado sucediendo por décadas. Solo en años más recientes han caído por debajo del nivel de reemplazo de la población. Esto quiere decir que el pico de la población mundial ocurrirá en pocas décadas y será seguido por una despoblación pronunciada.
Eberstadt reporta que un cuarto del mundo ya se está despoblando. Tiene que ser así la tendencia dado que la fertilidad está por debajo de la tasa de reemplazo en casi todo el mundo: un 40% por debajo en Japón y más del 50% por debajo en China, por ejemplo.
En América Latina, la tasa de natalidad está un 14% por debajo de la tasa de reemplazo. Para mantener una población constante, debe haber más de 2,1 nacimientos por mujer en los países en desarrollo. Algunos países y lugares de la región han llegado a puntos extremos. En Chile, la tasa de natalidad ha caído a 1,1, mientras que en ciudades importantes como Bogotá o la Ciudad de México está por debajo de uno.
Los demógrafos no están seguros de a qué se debe este cambio tan dramático. Siempre se esperaba que al crecimiento económico lo acompañaría una caída en las tasas de fertilidad. Es el patrón que siguió Occidente en la medida en que se volvió próspero. Pero avances como la caída en la mortalidad infantil, más oportunidades educativas, el acceso a los anticonceptivos y demás indicios de progreso han hecho que la transición hacia la baja fertilidad ocurriera mientras muchos países siguen siendo pobres.
El hecho de que la expectativa de vida ha aumentado notablemente alrededor del mundo significa que la despoblación también será acompañada por una población más vieja. La cantidad de gente de mayor edad (por encima de los 64 años) continuará creciendo comparada con la cantidad de personas en edad laboral. En muchos países, los viejos superarán a los jóvenes. Y muchos países se volverán viejos antes de volverse ricos.
La despoblación mundial implica grandes cambios sociales, de políticas públicas y geoestratégicos. Las zonas rurales se despoblarán comparadas con las urbanas. Miembros de ciertos grupos religiosos mantendrán tasas de fertilidad más altas que otros grupos de la población. La deuda pública, las pensiones públicas y otros programas estatales que dependen de una población de trabajadores para financiar gastos corrientes y crecientes se volverán insostenibles antes de lo anticipado. La población de la India será mucho mayor que la de China.
Estamos entrando en “terra incognita”, como sugiere Fernández-Villaverde. Ojalá siga estando la humanidad a la altura para enfrentar los retos que vienen.