Por: Ian Vásquez, Instituto Cato
El Comercio, 15 de mayo de 2018
El presidente Donald Trump ha cometido el error de política exterior más grande de su gobierno. La semana pasada retiró a Estados Unidos del acuerdo que busca prevenir el desarrollo de armas nucleares por parte de Irán. En su lugar, prometió sanciones y no descartó el uso de acciones militares contra el país persa.
La imprudencia de retirar a EE.UU. del acuerdo –que incluye a China, Rusia, Francia, Reino Unido y Alemania– es alarmante. La decisión de Trump desobedece la opinión de los aliados europeos de EE.UU. y de buena parte de sus mismos asesores militares y estratégicos. El general Jim Mattis, secretario de Defensa y reconocido halcón, declaró reiteradamente que su país debería respetar el acuerdo. El sistema de inspección que establece para asegurar que Irán está cumpliendo es intrusivo y riguroso.
El acuerdo ha sido exitoso. Ha reducido las reservas iraníes de uranio enriquecido en un 98%, ha desmontando la mayoría de sus centrífugas para potenciar el uranio y ha limitado su enriquecimiento a un nivel muy por debajo de lo necesario para un arma nuclear, entre numerosas otras medidas. Aun así, Trump ha declarado que el tratado es “horrible”, pues cita la influencia creciente de Irán en Medio Oriente y políticas iraníes que son despreciables pero que no necesariamente tienen que ver con el pacto.
Es cierto que el acuerdo no resuelve todos los problemas que tiene EE.UU. con Irán. Pero no existe una solución ideal que sea también realista. Además, las alternativas son mucho peores. Trump, sin embargo, ha encaminado a EE.UU. en otra dirección sin detallar las opciones.
Desafortunadamente, las opciones no son atractivas. Los expertos Emma Ashford y John Glaser las analizan en un estudio reciente. Imponer sanciones, por ejemplo, está casi destinado al fracaso. Pocas veces funcionan y mucho menos si se imponen de manera unilateral. En el caso de Irán, los aliados europeos de EE.UU. se opondrían, por no hablar de China y Rusia. Es poco probable que los líderes iraníes cambien su comportamiento para satisfacer a Trump.
Otra opción es limitar la influencia de Irán en la región. EE.UU. podría tomar acciones agresivas contra agentes de Irán, como por ejemplo Hezbolá. Pero eso arriesgaría una contrarreacción en la región. Cambiar el régimen de Irán desde adentro sería otra alternativa poco prometedora. Esta opción significaría otorgar apoyo a grupos de oposición a favor de la democracia. El problema es que hay pocos grupos realmente confiables y los resultados frecuentemente son malos en las pocas veces en que se logra cambiar el régimen.
La opción más extrema sería un ataque o ataques militares a instalaciones militares y nucleares. Esta alternativa incrementaría enormemente el riesgo de convertirse en una guerra plena y costosa. Trump ya ha implementado medidas que aumentan la posibilidad de una guerra. Ha incrementado el número de tropas en Siria, por ejemplo, donde el riesgo de conflictos con agentes de Irán puede fácilmente producir una guerra directa con ese país. De la misma manera, un ataque militar de Israel involucraría a EE.UU. en el conflicto bélico. Según Ashford y Glaser, las acciones militares no solo desestabilizarían la región, sino también alentarían a otros países a que obtengan armas nucleares (pues funcionarían para disuadir ataques militares).
El acuerdo con Irán no es perfecto, pero tiene la gracia de haber obtenido resultados y haber fortalecido a líderes centristas o reformistas dentro del régimen iraní. Abandonar el acuerdo fortalecerá a quienes toman la línea dura dentro de Irán, alentará a que este país empiece su programa nuclear de nuevo y reducirá la credibilidad internacional de EE.UU. a la hora de llegar a negociaciones importantes como la que ahora está gestando con Corea del Norte.