Ian Vásquez
El Comercio, 18 de febrero del 2025
“Ecuador sigue siendo un país con un Estado sobredimensionado que desalienta la creación de riqueza”.
En la primera vuelta de sus elecciones presidenciales la semana pasada, Ecuador nos ha recordado una verdad: la izquierda populista nunca muere, a pesar de su pésimo récord de gobernanza. También recuerda su correlato: la alternancia en el poder no garantiza una buena gobernanza.
Al recibir el 44% de los votos, el presidente Daniel Noboa empató con la candidata Luisa González, representante del partido Revolución Ciudadana ligado al expresidente Rafael Correa, quien fue condenado por la justicia y se encuentra ahora en el exilio.
Para quienes seguían las encuestas, ese resultado fue una sorpresa. Los comicios borraron la ventaja amplia que Noboa supuestamente tenía, y González logró romper el techo de 30 a 35% de apoyo electoral que el correísmo ha tenido desde que dejó el cargo Correa en el 2017.
Casi la mitad de los votantes castigaron a Noboa por el mal estado de la economía, la crisis energética y el grave deterioro de la seguridad. De hecho, el Fondo Monetario Internacional calcula que la economía ecuatoriana se ha contraído en 0,4% en el 2024.
Ese desempeño viene después de años durante los cuales el crecimiento per cápita anual ha sido casi imperceptible: 0,33% del 2014 al 2024, y prácticamente lo mismo (0,36%) desde que se fue Correa. La analista Gabriela Calderón dice que el problema ha sido que los tres gobiernos que siguieron al presidente populista no se dedicaron a hacer las necesarias reformas económicas de largo alcance para revertir la trayectoria en la que Ecuador se encontraba.
Durante la mayor parte de su presidencia (2007-2017), Correa gozó de un ‘boom’ de recursos naturales que incentivó su irresponsabilidad fiscal. El gasto público se disparó de 21,8% del PBI en el 2007 a 34,2% en el 2017, según el Observatorio de Política Fiscal. No fue sostenible. Por lo tanto, la deuda pública creció de 27,2% del PBI en el 2007 a 44,6% en el 2017. Y a pesar de haberse reducido el gasto público desde entonces, la deuda del Estado siguió creciendo hasta 65,6% del PBI en el 2024.
Ecuador sigue siendo un país con un Estado sobredimensionado que desalienta la creación de riqueza. Según el Índice de Libertad Humana, el país ocupa el lugar 96 en términos de libertad económica. Puede haber cancelado inversiones estatales en obras públicas, por ejemplo, pero la inversión privada no ha llenado el vacío ni deberíamos esperarlo en un país de políticas antimercado.
Un ejemplo de esas políticas centralizadoras lo sufrieron los ecuatorianos durante la reciente sequía que el gobierno culpa por los apagones de 12 a 14 horas diarias que impuso a la población, similar a lo que sucede bajo el comunismo cubano. Dice Calderón: “Como en Cuba, aquí hay un monopolio estatal para la generación, la transmisión y la distribución de la electricidad. Nuestros vecinos Colombia y el Perú sufren de condiciones climáticas similares a las nuestras; sin embargo, allá no sufren de apagones”.
El incremento dramático de la inseguridad en Ecuador también ha jugado un papel. En el 2020, la tasa de homicidios fue de 7,7 por 100.000 habitantes ,y subió a 44,5 en el 2023. Bajó un poco en el 2024, pero empezó a subir ese mismo año hasta tocar un récord alto el mes pasado. La inseguridad ha afectado todo el país, pero algunas partes más que otras. Con una tasa de 159,6 homicidios por 100.000 habitantes, por ejemplo, el cantón de Durán se ha vuelto la localidad más violenta del mundo.
Noboa ha tomado muchas medidas para enfrentar el auge del crimen organizado en su país, pero evidentemente no han sido lo suficientemente eficaces. Respecto de la economía, ¿esperaríamos un desempeño superior de un presidente que dice que entre los líderes latinoamericanos se siente más alineado con Lula da Silva? Noboa y sus antecesores poscorreístas han abierto la puerta al regreso del correísmo.