Ian Vásquez
El Comercio, 25 de febrero del 2025
“Alemania ha estado en recesión por dos años y el 2025 será de estancamiento”.
Las elecciones este fin de semana indican que Alemania quiere girarse hacia la derecha. El democristiano Friedrich Merz será el próximo canciller y reemplazará su predecesor socialdemócrata.
La unión democristiana y el partido de extrema derecha, Alternativa por Alemania (AfD), recibieron las primeras y segundas votaciones más altas, respectivamente. En cuatro años, creció la votación sumada de los dos partidos de 35% al 49%.
Merz, sin embargo, no formará una coalición con AfD, sino con los socialdemócratas. Esa decisión se debe a que la segunda fuerza más votada representa una derecha etnonacionalista muy distinta a la de Merz.
Según el analista Lorenzo Bernaldo de Quirós, la ideología de la AfD, que ha duplicado su apoyo electoral desde el 2021, ha sido cada vez más definida por las siguientes características: “defensa de la identidad germana” (el Volk ); revisionismo histórico (banalización del III Reich); definición de los oponentes políticos como ‘corruptores del pueblo’ (‘volksverderber’); rechazo del liberalismo y del capitalismo en pro de una comunidad socioeconómica patriótica que permita a Alemania combatir la globalización, y acercamiento a Rusia”.
En cambio, Merz cree en el libre mercado y la apertura económica, pero para gobernar armará una coalición política con los socialdemócratas que fueron los grandes perdedores de las elecciones y cuyas ideas las rechazaron los democristianos para convertirse en la fuerza más votada.
¿Podrá Merz gobernar bajo esas condiciones? La pregunta se vuelve más significativa dada la situación grave de la economía alemana. El país ha estado en recesión por dos años y el 2025 será de estancamiento. Representa el 25% de la economía de la Unión Europea y su sistema político ha sido incapaz de implementar las reformas necesarias para reactivar el crecimiento. La revista “The Economist” acierta cuando dice que “Alemania es el agujero en el corazón de Europa”.
El reto de Merz es todavía mayor porque los cambios que requiere Alemania son estructurales. El peso del Estado es enorme y ha afectado todos los aspectos de la economía. Por ejemplo, para empezar un negocio, demora 120 días obtener un permiso, lo cual duplica el tiempo promedio para países miembros de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos). Las contribuciones de seguridad social más el impuesto sobre la renta hacen de ese costo el segundo más alto de la OCDE.
La producción industrial, elemento central de la economía alemana, ha caído en un 17% desde el 2017. Se debe en parte a las políticas energéticas de Alemania que cerraron sus plantas nucleares y obligaron el uso de energía renovable. El costo de energía en la economía más importante de Europa se ha disparado y es el doble de lo de Estados Unidos. Esto también eleva el costo de energía en el resto del continente.
Las regulaciones laborales incrementan la rigidez del mercado, el desempleo y el costo de contratar a los trabajadores. El crecimiento del gasto público social, además de ser insostenible en el tiempo, representa un desincentivo adicional al trabajo.
Las trabas burocráticas y el peso fiscal desalientan al crecimiento y la innovación. La brecha entre Estados Unidos y Alemania en términos de ingreso per cápita ha crecido a tal punto que el ingreso alemán es comparable al de Oklahoma, el estado 38 más rico de Estados Unidos.
Y ahora que Donald Trump recortará gastos para la defensa de Europa –que en la práctica han sido subsidios a los Estados benefactores europeos dado que el continente nunca ha desembolsado suficiente para su propia defensa– Alemania tendrá que elevar ese tipo de gasto muy por encima del 2% del PBI (en Estados Unidos ha variado entre 3% y 5% del PBI durante los últimos 20 años).
¿Podrá Alemania finalmente afrontar el reto o se seguirá profundizando el agujero? «Diario El Comercio. Todos los derechos reservados.»