Ian Vásquez
El Comercio, 19 de noviembre del 2024
“En ambos casos, los intereses creados han conspirado para reducir la libertad y la prosperidad”.
Donald Trump se ha inspirado en la motosierra desreguladora de Javier Milei. El presidente electo de Estados Unidos anunció que creará un Departamento de Eficiencia Gubernamental que liderarán los empresarios multimillonarios Elon Musk y Vivek Ramaswamy.
Ese departamento recuerda al ministerio que el presidente de Argentina, Javier Milei, creó este año: el de Desregulación y Transformación del Estado. No hay ninguna duda de que ambos países sufren de sobrerregulación. Argentina es uno de los países más regulados del mundo. En términos de peso regulatorio, Argentina se ubica en la posición 146 de 165 países en el índice de libertad económica del Fraser Institute.
La economía de EE.UU. es mucho más libre, pero el costo de cumplir las regulaciones en ese país es elevado: US$2,1 billones o casi el 8% de la economía estadounidense, según el Competitive Enterprise Institute. Ese costo, combinado con el gasto público, equivale a más del 30% de la economía. Con toda seguridad, el peso del Estado, medido de la misma manera, es mucho mayor en Argentina.
En una conferencia del Instituto Cato en Buenos Aires en junio, el economista Federico Sturzenegger, quien ahora es ministro de Desregulación, describió cómo Argentina está atrapada en un “triángulo de las Bermudas” en el que la corporación empresarial, la corporación sindical y el gran gestor de ellos –el partido peronista– regulan a la sociedad en beneficio propio.
En la misma conferencia, Elon Musk describió al Estado como un árbitro en un partido de fútbol. Advirtió, sin embargo, que en la medida en que crece el Estado, el número de árbitros supera al de jugadores, cosa que crea problemas. La metáfora es diferente, así como la realidad económica de los dos países, pero en ambos casos los intereses creados han conspirado para reducir la libertad y la prosperidad.
La manera de desregular también será diferente. Debido a una ley que le dio al gobierno de Milei competencia para decretar desregulaciones por un año, Argentina está llegando lejos en remover normas legales que entorpecen la economía. Prácticamente todos los días Sturzenegger anuncia una nueva desregulación. Es parte de la revisión comprensiva de miles de regulaciones que está realizando el equipo de Sturzenegger cuya primera pregunta no es “¿cómo podemos incrementar la eficiencia del Estado?”, sino “¿debe o no existir tal o cual regulación?”.
Incrementar la libertad es la meta explícita de los desreguladores argentinos. Así han podido quitar trabas no arancelarias, facilitar el uso de Internet a escala nacional, poner fin al empleo público hereditario, fomentar la competencia en el servicio postal, incrementar la competencia en el sector de transporte aéreo a través de la política de cielos abiertos y un sinnúmero de otras medidas.
El impacto de tantas reformas es grande, pero no es fácil de medir. El silencio administrativo positivo que se implementó –en el que la petición de un permiso al que el Estado no responde dentro de un determinado plazo se considera otorgada– tiene un efecto significativo que aún no se ha calculado. Por otro lado, el efecto de la liberalización de la ley de alquileres está a la vista: la oferta de apartamentos en Buenos Aires se ha casi triplicado mientras que los precios han caído a casi la mitad.
EE.UU. lo tendrá más difícil. El departamento que liderará Musk no será parte formal del gobierno, sino que será privado. Además, el presidente estadounidense tiene menos margen para emitir decretos desregulatorios. Las recomendaciones del equipo de Musk, por lo tanto, no se adoptarán a menos de que el Congreso las apruebe, algo que disminuye la probabilidad de que se implemente una agenda amplia de desregulación.
De todas maneras, el impulso desregulador en ambos países es saludable, así como también lo es ver a Argentina como un ejemplo a seguir.