Hugo Palma
Para Lampadia
Hace años, la posibilidad de que un cocinero fuera candidato a Presidente de la República, suscitó en muchísimos políticos rechazo y descalificación. «Zapatero a tus zapatos» dijeron, añadiendo que no tenía condiciones ni trayectoria política. Sin embargo, un cocinero debe cumplir requisitos y mostrar resultados que, como un test, podrían exigirse a cualquier candidato a presidente, congresista, gobernador regional o alcalde.
Veamos:
- Cocina muy limpia, ordenada y puntual. No caben ratas ni cucarachas, las cosas están en su sitio y la hora no es la peruana.
- Personal totalmente comprometido. Capacidad de organizar y motivar equipos que trabajen coordinadamente para lograr resultados maravillosos.
- Conocer y respetar a los proveedores. Necesita productos de alta calidad.
- Conocer a la gente, sus deseos y necesidades. Sin ello no tendría clientes pues a diferencia de las elecciones, nadie está obligado a serlo.
- Cumplir la ley por convicción, incluyendo los dispositivos laborales y tributarios.
- Obtener resultados económicos importantes. Sin ellos cerraría el negocio o no podría crecer.
- Buena vista y olfato. Debe detectar prontamente lo que no anda bien y corregirlo.
- Honestidad. Ningún discurso convencerá que un bodrio en el plato es delicioso.
- Amar y respetar mucho su profesión y permanente búsqueda de mejoramiento.
- Visión muy clara de lo que se debe y puede hacer y determinación para hacerlo.
Además, estableció una escuela de alta cocina para gente sin recursos, impulsó actividades de difusión y expansión de mercados de productores y servicios, promocionó a modestos cocineros, pequeños agricultores, pescadores y criadores ejemplares, defendió especies en peligro de extinción y luchó contra la desnutrición.
La cocina es ahora una importantísima actividad económica con enormes beneficios, equitativamente distribuidos entre centenares de miles de compatriotas, símbolo de identidad y orgullo nacionales y alcanzó reconocimiento mundial.
Debemos preguntarnos qué candidato a presidente o cualquier cargo público, reúne los requisitos y logros que exigimos al cocinero. Vivimos décadas de degradación política y creciente participación de oportunistas sin cosa digna de mostrar, demagogos que prometen el paraíso con plata ajena, populistas que ofrecen lo que no pueden cumplir o que producirán enormes daños, fanáticos empeñados en dividir al pueblo entre los “buenos” que los siguen y los “malos” que no, investigados por vinculaciones a actividades ilícitas y hasta sentenciados penales.
Compiten en ambición de poder y urgencia en apropiarse el dinero de los peruanos. No ven el momento de jurar “dios es mi plata”. Ellos ahora y antes otros semejantes, han convertido la política, que es la construcción del bien común, en la charca en que chapotean enfermándonos y facilitando la penetración de cómplices en las instituciones del Estado a fin de coparlo. “Acá no hay lugar para los mejores; sino para los mejores amigos”; nos han dicho.
Obviamente, hay también políticos que muestran calidades y comportamientos ejemplares; pero la generalizada percepción de que “la política es sucia”, desalienta a dignos y competentes ciudadanos a participar activamente en ella.
Pero nada ni nadie exige requisitos y realizaciones a candidatos sin mérito ni buena fe. De hacerse, se quedarían sin piso, sin plato y sin plata. La más grave crisis de nuestra historia y la ominosa perspectiva electoral, deberían exigirles demostración de limpieza, planteamientos políticos razonables y equipos de trabajo competentes. Sin ello, los peruanos perderemos la esperanza de no vernos obligados otra vez a votar por quienes se crea que nos harán menos daño y condenados a seguir cinco años más ahogándonos con sus chanfainas y anticuchos. ¿Hay candidatos dispuestos a someterse al test del cocinero? Votemos por ellos. Lampadia