Hace falta coherencia
Hugo Palma
Embajador (r)
Para Lampadia
La reciente recalada en el Callao del barco Simón Bolívar de la Armada Bolivariana de Venezuela –como antes en puertos de Chile, Argentina, Brasil, Uruguay; y próximamente en los del Ecuador, Colombia, México, Cuba y otros de América Latina y el Caribe– no debió permitirse. Arribó con la regata “Velas Latinoamérica 2018”, junto con veleros de las marinas de América Latina, España y Portugal, organizada por la Marina de Chile como parte de las celebraciones de su bicentenario.
El problema es que las Fuerzas Armadas Bolivarianas son componentes centrales de la dictadura chavista y están irremediablemente comprometidas con su represión, violaciones de derechos humanos, accionar delictivo y corrupción. La decisión del sátrapa caraqueño de ascender a millares de oficiales “por su lealtad”, juntamente con el recurrente acoso, destitución prisión de numerosos oficiales “por traición”, reconfirma que en tales fuerzas queda muy poco de institucionalidad y profesionalismo; pero si mucho de intervención del gobierno cubano desesperado por mantener la dictadura que lo sirve y financia.
Fue por el endurecimiento de la represión que meses atrás el Gobierno del Perú acertadamente dispuso que no participara Nicolás Maduro, Presidente de Venezuela y Jefe Supremo de esas fuerzas, en la Cumbre de las Américas en Lima. Por esta decisión, tampoco asistieron los presidentes de Cuba y Nicaragua, ausencia más que bienvenida en un evento sobre gobernabilidad democrática y lucha contra la corrupción, temas en los cuales ninguno tenía nada que decir.
No se entiende entonces por qué una importante unidad de las Fuerzas Armadas de esa dictadura es recibida, saludada y agasajada por países democráticos. Alegar que se trataba de una actividad organizada hace tiempo no es argumento; pues menos tomó decidir la no participación del dictador en la Cumbre.
Es posible que tamaña incongruencia dependa, al menos en parte, de la conocida carencia o insuficiencia latinoamericana de insumo político en los temas de seguridad y defensa. Sin golpes militares clásicos ni tener que apoyarse principalmente en los militares para gobernar, muchos políticos parecen optar por la indiferencia frente a temas centrales del Estado: defensa y Fuerzas Armadas; instituciones que realizan actividades de vinculación externa como muestra de amistad militar. Más preocupante aún sería que los sectores militares consideraran que la política de defensa es asunto de su exclusiva incumbencia.
La legítima celebración del bicentenario de la Marina de Chile no se habría afectado en nada por la exclusión del barco venezolano. Recibirlo en nuestros países es contradictorio con la política exterior que los gobiernos vienen desarrollando frente a la dictadura de Caracas. En los estados organizados la política exterior es un tema transversal y, consecuentemente, ningún sector actúa en forma que la contravenga y desdibuje.
La participación venezolana en la regata debe descorazonar a los oficiales venezolanos contrarios a la dictadura, que ciertamente los hay. Además, se ha desperdiciado una excepcional oportunidad de enviar un mensaje inequívoco a los oficiales que participan y medran del Estado mafioso: “ustedes no serán tratados diferentemente de los políticos, funcionarios y demás cómplices de la dictadura que destroza al país y hambrea y persigue al pueblo”.
Debe entonces decidirse prontamente que nuestro barco Unión no irá a La Guaira, el retiro de agregados castrenses en Caracas y la expulsión de los que pudieren encontrarse en Lima. Las instituciones del Estado, sin excepción, deben tener presente que la lucha por la democracia y contra sus destructores compromete todos los frentes, no solamente el político y diplomático. Lampadia