(SEGUNDA PARTE DE LA SAGA)
Henry Bullard
DNI 10278345
Para Lampadia
Los peruanos recordamos la historia de “Las Cartas Falsas” llevadas al Vaticano por un ministro. Las cartas eran apócrifas, supuestamente firmadas por el Cardenal Cipriani y el entonces Nuncio Apostólico Rino Passigato; una de las cuales estaba dirigida al expresidente Paniagua donde el Cardenal pedía que destruyeran videos que pudieran hacerle daño, y las otras dos, supuestamente firmadas por el Nuncio Passigato, dirigidas nada menos que al señor Vladimiro Montesinos, solicitándole o agradeciéndole sumas de dinero.
Era una falsificación burda de documentos para dañar al Cardenal y al Nuncio. La Santa Sede, desde el primer momento, consideró que esta documentación tenía serios visos de falsedad, que luego se comprobaron a plenitud. Sin embargo el delito era público, pues había trascendido a la prensa. Las “Cartas Falsas” fueron entregadas al ministro por un obispo, quien tiró la piedra y escondió la mano… pero para su desgracia, todo se supo. El Ministerio Público investigó el engaño, y concluyó acusando a dos obispos ante el Poder Judicial.
Se acaba de estrenar la segunda parte de la saga “Cartas Falsas”.
La historia es muy parecida. Una denuncia sobre supuestos hechos de hace 42 años, denuncia que nadie ha visto, ni siquiera el imputado, y que lleva siete años enterrada. Igual que la primera historia de la saga, esta denuncia fue llevada ocultamente al Vaticano.
Esta segunda parte de la saga sería tan cómica como la primera, si no tratara sobre un supuesto grave. Pero hagamos un análisis desde los antecedentes del protagonista (el Cardenal Cipriani), y saquemos nuestras propias conclusiones, pues es conveniente contrastar sus valores personales con quienes desde la oscuridad del anonimato lanzan la piedra y esconden la mano… y el cuerpo… y el alma. Veamos las diferencias entre uno y los otros.
Primera diferencia.-
El Cardenal integró la selección nacional de básquet que campeonó en los juegos bolivarianos de Barranquilla, Colombia (1961).
Fue miembro del equipo nacional de básquet subcampeón en el Campeonato Sudamericano de Lima (1963).
Integró el equipo de básquet de la Universidad Nacional de Ingeniería, obteniendo el campeonato universitario (1965).
Integró el equipo peruano de básquet que participó en los Juegos Panamericanos de Winnipeg, Canadá (1967).
Integró la selección peruana de básquet que jugó en el Campeonato Sudamericano de Montevideo, en el que empataron el primer puesto Argentina, Brasil, Uruguay y Perú (1969).
Fue forjado desde joven en la competitividad, virtud que lo lleva a mejorar sus propios rendimientos en todo lo que hace y participa. Un verdadero deportista. “Mente sana en cuerpo sano”.
El Cardenal también es ingeniero industrial, formado en la UNI, con visión de mundo y doctor en teología.
Entre sus detractores no parece haber gente de “mente sana en cuerpo sano”, ni gente competitiva. No hay nombres, personas identificables, ni nadie que diga esta voz es mía. Hay anonimato, cobardía. Igual que en el año 2002 con “Las Cartas Falsas” llevadas al Vaticano.
Segunda diferencia.-
El Cardenal es un hombre valiente. Estuvo en Ayacucho en los años más sangrientos de nuestra historia. Enfrentó a los terroristas de Sendero Luminoso. Permaneció allí, fiel a su encargo como pastor de un pueblo sufriente. Ayacucho no lo olvida.
Sus detractores desfilan ideológicamente abrazando el terrorismo más sangriento hasta el pensamiento único, pasando por toda la gama de psico rígidos.
Tercera diferencia.-
Su asistencia permanente a los rehenes del MRTA en la Embajada de Japón. Los visitó durante meses para intentar salvar las vidas de todos. Valiente, muy valiente.
En cuanto a sus detractores: ¿Alguno visitó 5 minutos la embajada? No. Eso sí, sembraron la falsa y sucia acusación, anónima por supuesto, que introdujo micrófonos en la embajada. ¿Pruebas? Ninguna. Recomiendo leer el libro Doy Fe para que se conozca su actuación en esas dificilísimas circunstancias.
Cuarta diferencia.-
El Cardenal venció a la PUCP en todas las instancias judiciales y también en el Tribunal Constitucional.
En cuanto a sus detractores:
Desde la misma PUCP han agraviado públicamente a la Virgen María y a la fe de los católicos, y es entonces cuando se esgrime la restricción del silencio del Cardenal para evitar que levante su voz en defensa de la fe del pueblo peruano. La población reclama al actual arzobispo de Lima por decir que “María Maricón“ no ofende a la Virgen María. Tampoco explica por qué escribe en el diario de su preferencia en Madrid, El País, desde el que se ha enlodado al Cardenal. Guarda silencio sepulcral.
Quinta diferencia.-
Se le impuso al Cardenal abandonar el Perú. ¿A quién incomodaba su sola presencia en el país? ¿Acaso no parece una deportación?
En cuanto a sus detractores; bastó que vieran que el Cardenal fue condecorado en Lima, para que se enardecieran. Mientras el Cardenal es un defensor de los sufrientes del terrorismo, sus detractores lo odian al mejor estilo senderista. Por eso lo han querido mantener lejos del Perú.
Sexta diferencia.-
Se le impuso guardar silencio. Es entendible si hay una acusación que ya conoce el denunciado para que no interfiera en las investigaciones. En este caso no se le ha dado a conocer la acusación, y han pasado siete (7) años. Hasta donde se sabe, tampoco existe proceso investigatorio.
Los detractores no contaron con que el Papa mismo, al año de la denuncia, le levantó las restricciones. Algunos eclesiásticos dicen que siguen en vigor… veremos, pero reitero, no es creíble que sin notificarlo de lo que se le acusa, sin proceso abierto, se le quiera obligar a estar fuera del Perú y en silencio.
Séptima diferencia.-
El Cardenal Cipriani es incómodo para los hipócritas, corruptos, pusilánimes, cobardes, terroristas, inmorales, mentirosos, etc.
Sus detractores recurren a toda maquinación, inclusive a la de hacer pública información secreta del Vaticano. No tienen otra bandera que la de piratas.
Con estos contrastes no puedo sospechar de un hombre íntegro como el Cardenal, pero sí -y muchísimo- de los autores de esta segunda historia de la saga “Las Cartas Falsas”, y de todos los pusilánimes de su reparto, incapaces de ponerse frente a frente con el Cardenal. Lampadia