Por: Gonzalo Galdos
Como ingeniero, me fascina la física y por eso, el fenómeno óptico de la polarización de la luz, acude a mi mente cuando observo el comportamiento del Ministerio de Educación, acosando permanentemente a las instituciones privadas, especialmente a las escuelas, con solicitudes injustificadas de información, fiscalizaciones y amenazas de sanción. Por ejemplo, acaba de aplicar un nuevo paquete, que incluye entregar la base de datos de los profesores y de los padres de familia.
Sin el consentimiento previo de uso de esta información personal y sensible, la ha entregado a terceros, para hacer encuestas y hacer proselitismo, fomentando que los alumnos sean trasladados a colegios públicos. Todo esto en medio del cierre de un año en el cual, debido a los enormes problemas de cobertura, conectividad, abandono y deserción en los colegios públicos, el ministro tuvo que extender el año académico y fusionarlo con el 2021 y decretar que ningún alumno desaprobará. Es decir se intenta disimular una grave crisis por medios políticos y en lugar de enfocarse en solucionar los desafíos, una vez más, quieren distraernos, asumiendo que los privados mentimos y pretendiendo demostrar, que no hemos superado el desafío de la educación no presencial como afirmamos.
Cuando se comparan los dos sistemas educativos que coexisten en el Perú, cada vez se genera más evidencia de que el nivel de desarrollo es mucho mayor en el sistema privado, en calidad, gestión y logros. Como la brecha se hace evidente, ahora las autoridades tratan de evitar que sea visible, utilizando un “vidrio polarizado” que es, por un lado, totalmente transparente y en él se pueda observar con detalle obsesivo el sistema privado, con la única justificación de que es una educación “pagada”; mientras que, del otro lado del vidrio, prácticamente no se pueda ver nada de lo que sucede en las escuelas estatales, porque al ser una educación “gratuita”, se asume que el estado hace lo que puede y que los beneficiados no están en posición de reclamar. ¿Por qué no se hacen también encuestas, fiscalizaciones y sanciones a los colegios públicos? Es tamaña condescendencia tolerada por la ‘falta de recursos” o por la mentada “geografía impenetrable”? Múltiples excusas se esgrimen para ocultar una verdad tan grande como la pandemia y es que hemos fracasado en lograr una educación pública de mínima calidad y que alcance a los niños más vulnerables que viven en zonas remotas y pobres del país.
Esta polarización o trato discriminatorio, es uno de los principales impedimentos para lograr la confianza necesaria para el trabajo complementario y eficaz que debería existir entre públicos y privados. Al MINEDU y al gobierno de turno les afecta políticamente la mala educación pública y el contraste con la privada de mayor calidad, una brecha que se va ampliando, que produjo deserción y que es reflejo permanente de su incompetencia.
Durante décadas hemos utilizando las pruebas PISA y ECE para medir el progreso de nuestra educación y la capacidad de la gestión estatal para cerrar la brecha con él
sistema privado. Hoy dichas pruebas, anteriormente pontificadas, ahora son descalificadas, aduciendo que no son confiables, afirman los estatistas que la verdadera razón de la brecha, no es la diferencia de calidad, sino el nivel socioeconómico de los niños; en otras palabras, los profetas proponen una nueva postverdad, como las pruebas demostraron que la educación privada es mejor y como no son capaces de reconocer los méritos y logros privados, acuden a la ideología y al “determinismo de la cuna” para pronosticar el aprendizaje futuro de nuestros adolescentes.
Si la educación no puede cambiar su destino, ¿qué esperanza nos queda de salir de subdesarrollo? Sí vamos a sepultar las pruebas PISA y ECE, por lo menos escribamos un epitafio a la altura los difuntos; un epitafio que nos recuerde que le va mejor a quien trabaja para mejorar estructuralmente y no a aquel que se dedica a atacar a sus “enemigos”. Que el epitafio incluya una promesa de todos los peruanos, de mejorar la educación pública, en lugar de torturar a los privados. El hecho de que los colegios públicos no tengan una pensión, no significa que sean gratuitos. La educación pública además de mala, es muy costosa, incluso puede llegar a serlo más que la privada, sólo que, en lugar de que la paguen las familias de los alumnos, la pagamos todos los peruanos con nuestros impuestos y lo hacemos con la esperanza de que, alguna vez, surjan un gobernante y un ministro de educación, capaces de enfocar su trabajo en el sector y enfrenten el verdadero desafío de gestionar adecuadamente los recursos; porque sin una educación pública de calidad, no hay futuro para nuestra niñez y no hay futuro para nuestra nación.
Publicado en la Revista de ADEPIA de Noviembre