Por: Gonzalo Galdos, Vicepresidente de Calidad Académica – Laureate International Universities
Gestión, 11 de junio de 2019
Cada vez que se publica un ranking internacional de prestigio nos preguntamos por qué ni una universidad peruana figura entre las primeras siquiera de Latinoamérica y qué podemos hacer para que eso suceda lo antes posible.
Creo fervientemente en el carácter vital de la calidad en la educación en una sociedad y, por tanto, creo también en la necesidad de una licencia cuando se abre una institución educativa, para así asegurarnos de que reúne los estándares mínimos requeridos.
Por ello, considero importante el rol de la Sunedu en distinguir técnicamente entre las que tienen y las que no tienen dichos estándares. Sin embargo, esto no debe confundirnos ya que el proceso de licenciamiento no puede ni debe reemplazar en forma al proceso de acreditación que, en palabras simples, evalúa la mejora continua de una institución más allá de sus estándares básicos.
La acreditación en la mayoría de los países es otorgada por cuerpos acreditadores autónomos, ya sean nacionales o internacionales, libres de cualquier injerencia política o discrecionalidad ideológica. Asimismo, si los acreditados siguen mejorando, en cada renovación se les otorga mayor tiempo de validez.
Algo que está confundiendo es intentar homologar el relicenciamiento en curso con las instituciones que ya están funcionando con la acreditación. El licenciamiento confirma o no el cumplimiento de condiciones básicas, mientras que la acreditación hace evidente si estas se mantienen o mejoran en el tiempo. Esto último no le corresponde a la Sunedu, sino al Sistema Nacional de Acreditación Educativa (Sineace), institución que debemos fortalecer para lograr ir más allá de contentarnos con instituciones de calidad promedio o que cumplan solamente los estándares mínimos.
Contentarnos solo con el licenciamiento nos sometería a la mediocridad, que justamente pretendemos evitar.
Fortalecer nuestras universidades públicas emblemáticas de gran tradición y potencial es indispensable. Debemos asegurarnos de que sean capaces de licenciar así como también de afrontar con solvencia acreditaciones nacionales e internacionales, y con ello mejorar en los rankings.
La mejora estructural de la calidad académica de nuestra educación superior demanda completar el proceso de relicenciamiento tan rápido como sea posible y fortalecer la acreditación a través del Sineace. La competencia que debemos fomentar ahora es por ser las primeras en acreditar en procesos de clase mundial y mejorar la ubicación en rankings de prestigio para que los padres y alumnos decidan con base en esos logros.
Todo ello solo será posible si fortalecemos nuestra plana de profesores, para que sea más especializada y solvente, si fomentamos y apoyamos la investigación tanto pública como privada y, finalmente, si cumplimos dos objetivos fundamentales: la empleabilidad de los egresados y la formación integral de ciudadanos globales.
Estamos a tiempo para evitar esta confusión entre licenciamiento y acreditación y conformarnos con la mediocridad.