GERMÁN SERKOVIC GONZÁLEZ
Abogado Laboralista
Para Lampadia
Un feriado implica una suspensión imperfecta de los efectos del contrato de trabajo, no hay labor efectuada, pero sí se abona la correspondiente remuneración. En nuestra legislación los feriados responden a festividades cívicas o religiosas de muy antigua data.
Hasta el año 1991 las normas que determinaban qué días eran considerados feriados, eran dispersas y poco claras. Es con la dación del Decreto Legislativo N° 713, ley que consolida los descansos remunerados de los trabajadores de la actividad privada, que se simplifica y ordena el tema. Es importante decir que entre los considerandos de la disposición anteriormente reseñada, se señala que uno de sus propósitos es “alentar la productividad y con ello el desarrollo nacional”.
Se establecieron doce días feriados -eliminándose los feriados de medio día por su inutilidad- y se dispuso que algunos feriados se trasladasen al lunes siguiente con la idea de no cortar la semana laborable, precepto que por presión de la iglesia fue al poco tiempo dejado de lado.
Hasta aquí el repaso histórico, veamos ahora la situación actual. Durante más de treinta años, el número de los días feriados se mantuvo inmutable, panorama que por obra del Congreso en funciones se modificó radicalmente.
Es así, que la Ley N° 31381 publicada el 31 de diciembre del año 2021, estableció que el día nueve de diciembre es feriado en conmemoración de la batalla de Ayacucho. Meses después, la Ley N° 31530 publicada el 26 de julio pasado, declaró que el día seis de agosto es festivo nacional en recuerdo de la batalla de Junín. Hace unas semanas, el Congreso aprobó un Proyecto de Ley que disponía que el siete de junio debía considerarse también feriado alusivo al Día de la Bandera y en memoria de la batalla de Arica. El Ejecutivo observó la autógrafa. Hizo muy bien.
No se discute la importancia de las efemérides anteriormente descritas, son todas fechas de especial relevancia, lo que llama la atención es que en un lapso relativamente corto -año y medio- el Congreso ha aumentado el número de feriados de doce a catorce, y pretendía ampliar esta enumeración a quince. Un 25 por ciento más. No sería extraño -de seguirse con esta tendencia- que se plantee considerar festivos también a las fechas correspondientes a las batallas de Chorrillos y Miraflores, donde la civilidad enfrentó al invasor y, por tanto, méritos no les faltan. En realidad, partimos de un concepto errado de las cosas, no es necesario que todas las fechas de trascendencia en la historia de un país, devenguen en feriados, bien podrían ser motivo de celebraciones cívicas o castrenses sin interrumpir las actividades productivas Es hasta inconducente. Las batallas de Junín y Ayacucho sellaron la independencia nacional y como tales son estudiadas desde el colegio, lo mismo puede decirse de la batalla del morro de Arica, que significó un acto de heroísmo que es por todos reconocido. El patriotismo no se genera estableciendo feriados -en otras palabras, dejando de trabajar- nace con el ejemplo y la educación.
Los dos últimos feriados -y el tercero adecuadamente frustrado- son innecesarios pues las fechas que conmemoran están ya grabadas en el consciente de los peruanos y se estudian con detalle desde la escuela. Si hay una fecha que en realidad tiene todos los fundamentos para ser declarada feriado -en adición a los doce días que recoge el texto primigenio de la Ley- es la del rescate de los rehenes de la residencia del embajador de Japón, no sólo por el éxito militar que significó -y que es objeto de estudio y admiración en todo el mundo- sino también porque implicó una clara derrota -no total, hay que reconocerlo, como se ha visto además en las últimas asonadas- del terrorismo comunista que ensangrentó a nuestra patria. Se tiene que mostrar respeto y agradecimiento a nuestros héroes nacionales en vida, no maltratarlos o agredirlos con procedimientos judiciales interminables, como durante años vienen haciendo los parientes ideológicos de la izquierda violentista.
Volviendo al tema estrictamente laboral, con catorce feriados y treinta días de vacaciones, estamos a la cabeza de los países que cuentan con mayor cantidad de descansos remunerados. Obviamente el computo se hace al segundo año de labores, que es cuando ya se han generado las vacaciones. Y no estamos contando el sinnúmero de licencias existentes.
Concluyendo, un mayor número de feriados incrementa el costo laboral -las remuneraciones deben seguir abonándose- de las contrataciones, desmotivándolas. Por lo demás, no hay lógica entre pretender alentar la productividad y aumentar los días no laborables, casi siempre se trata de conceptos opuestos. Esperemos que el Congreso no insista con su infortunado Proyecto. Lampadia