Germán Serkovic González
Para Lampadia
Basta citar cuatro sucesos relativamente recientes para encontrar sentido al título de las presentes líneas:
1.- La Presidente, muy inclinada a los dorados y al lujo, hace repentina e innecesaria ostentación de relojes y joyas. Ante las interrogantes de la prensa y luego de largos silencios y versiones encontradas, arguye en curiosa conferencia de prensa que se las han prestado. En realidad, sostiene, que se las querían regalar, pero ella, fortalecida por sus sólidos principios morales, las rechazó aceptando usarlas, pero sólo en calidad de préstamo. En términos jurídicos de comodato, es decir, de préstamo de uso. Argüir el préstamo de objetos de valor, no necesariamente la exime de responsabilidad penal.
2.- Un poco centrado líder de un partido cuyas siglas -sorprendentemente- coinciden con su nombre, reconoce en una entrevista que “compró” a algunos servidores del Instituto Nacional Penitenciario INPE para lograr salir antes de la cárcel. Como se recuerda, sustentó su excarcelación anticipada con horas de labor en el penal, haciendo -dicen- muñequitas de Hello Kitty. Para colmo, en la misma entrevista casi llama sonso al apresado por golpista Pedro Castillo, por no hacer lo mismo. El individuo en mención se vanagloria de su viveza.
3.- Dos conspicuos personajes muy vinculados -con cargos directivos y gerenciales- a una empresa peruana comprometida en actos de corrupción con la brasilera Odebrecht y con el denominado club de la construcción, que reconocieron su participación activa en actos delincuenciales, están libres y su empresa ha cambiado de nombre. No ha pasado nada.
4.- El sindicado líder de los dinámicos del centro, banda criminal, tiene ya seis meses huyendo de la policía y de una orden de carcelería. Se pasea en las narices de las fuerzas del orden por varios balnearios y participa activamente de las redes sociales burlándose de sus perseguidores. La policía presume que tiene el apoyo de algunos políticos de su partido Perú Libre en el Congreso y de agentes de la inteligencia cubana.
Estos cuatro acontecimientos -y en realidad muchos más- que en otros países hubieran implicado la caída de un ministro, de un gabinete y hasta del gobierno, en el Perú ya casi no generan mayor indignación. Nos hemos acostumbrado a vivir entre la podredumbre y lo nauseabundo. Observamos la descomposición de las clases políticas, empresariales e incluso de las propias entidades llamadas a vigilar la legalidad, desde la posición de un tercero no comprometido. No hay peor error.
Es de cierta forma un acto natural que las personas se endurezcan ante hechos que las afectan de modo profundo, y en determinados supuestos este endurecimiento puede tomar la forma de indiferencia, de despreocupación y hasta de determinada fatalista aceptación. Es una forma de defensa. Lo vivimos de cerca en la época del terrorismo comunista, cuando las atrocidades y la sangre, ya no afectaban tanto, acabaron volviéndose -muy lamentablemente- algo de todos los días.
Pero lo que en una persona puede ser comprensible, esta aceptación e indiferencia; no puede ser permitido en una sociedad, pese a que las sociedades están formadas justamente por personas. Las sociedades no pueden darse el lujo de ser indiferentes ante la impunidad y la corrupción, estos actos siempre deben generar el repudio y la indignación más absoluta. Lo contrario es descender en las etapas evolutivas.
Lo más preocupante, es que en algunos segmentos, ya la indignación se desvanece y hasta se presenta una incomprensible admiración por el delincuente o sus defensores. Se dice, “que vivo el abogado al tramar el argumento del préstamo”, “que astuto el evadido que se burla de las leyes” o “qué hábil el político que sale de la cárcel sin merecerlo, comprando a funcionarios”. Es la degeneración de la criollada o la viveza. Si esta actitud se generaliza, sólo evidenciaría una decadencia moral difícil de combatir.
Estamos a tiempo, tenemos el derecho y la obligación de indignarnos. No hacerlo, es ceder en un terreno en el que toda cesión se paga muy amargamente. Lampadia