Germán Serkovic Gonzáles
Abogado
Para Lampadia
La función de administrar justicia es fundamental en la sociedad dado que constituye, en buena cuenta, la forma de resolver los conflictos aplicando el derecho.
Como consecuencia de su especial importancia se desprende también que la persona del juez tiene que contar con una serie de requisitos imprescindibles para ejercer sus labores.
Lograr un sabio entendimiento o reconocer la razón en quien la tiene, dar a cada quien lo que le corresponde según el tradicional concepto de la justicia, no es algo sencillo de lograr en el ámbito del derecho común, es decir, el derecho civil, pero esa función cobra especial relevancia cuando se trata de diferencias derivadas de una relación de trabajo, donde -en muchos casos- el tema que se discute tiene carácter alimentario ya que del pronunciamiento judicial puede depender el ingreso dinerario y el mantenimiento del trabajador y de su familia, y más ante el juez penal que puede decidir sobre un bien tan preciado como es la libertad.
Obviamente la primera condición para ser juez debe ser el conocimiento de la rama del derecho en la cual el magistrado se ha especializado. Ese conocimiento no se limita a tener nociones del derecho objetivo, las normas, también se requiere que se manejen con propiedad conceptos tales como las reglas de interpretación, los antecedentes normativos que generalmente dan una idea concreta de las finalidades de las disposiciones, la jurisprudencia que sirve de indispensable guía para determinar cuál es el camino que la magistratura ha tomado respecto de determinados casos concretos y, siempre es adecuado, tener un manejo de la legislación comparada.
De la mano de la anterior condición, viene la de ser una persona íntegra, honesta, con valores y con un aguzado concepto de lo justo. En suma, ser una persona correcta, lo que en las antiguas codificaciones civiles se conocía como ser “un buen padre de familia”.
Decía un conocido autor, que para ser una persona correcta bastan tres condiciones, a saber, decir la verdad, cumplir lo que se prometa y hacerse responsable de los actos propios. Es deseable lograr un balance entre las dos condiciones señaladas, probidad y conocimiento del derecho.
Sobre este punto, hay que tener en cuenta que se puede ser mínimamente laxo en lo concerniente al manejo hábil del derecho, pero de ninguna manera en lo pertinente a la honradez.
Un juez que por algún motivo puede no tener el manejo necesario de un área legal requerida, simplemente puede ser adecuadamente capacitado y posteriormente evaluado, salvando así el problema;
Mientras que en relación a un juez deshonesto o corrupto, hay muy poco o nada por hacer, salvo su separación de la carrera judicial. Administrar justicia es un elevado y abnegado servicio a la ciudadanía y tal labor no puede ser mancillada por jueces sinvergüenzas o pillos.
Un tercer elemento fundamental sobre la figura del juez, es que debe ser humano, situación que parece una perogrullada pero no lo es. El juez debe ser muy consciente que no está frente a un frio número de expediente judicial, sea un expediente en papel cosido a mano casi como se hacía en los tiempos de la colonia o frente a un moderno expediente electrónico. No, el juez se encuentra ante un problema que aqueja a personas que en muchos casos litigan -como es el caso del derecho laboral- bajo la angustia de necesitar el cobro rápido de sus beneficios o que se les reconozca algún derecho, y ese litigio tiene un correlato económico de cuyo resultado puede verse afectado el sustento familiar.
Probablemente la situación conlleve aspectos si se quiere mucho más dramáticos en el proceso penal, donde lo que se encuentra en discusión es la propia libertad individual.
Lamentablemente, y hay que decirlo, hay malos jueces que se aprovechan de la necesidad o del temor del litigante por ver su libertad injustamente restringida y sacan ilegalmente provecho económico de ello, al extremo de que en los pasillos judiciales se habla de tarifarios y cuotas, así como de intervenciones de sujetos que prometen influencias para archivar denuncias siempre mediante el correspondiente “cariño”.
No podemos permitir que la justicia sea una mercancía. Lampadia