Entrevista a Gerardo Ferrara
El Comercio, 21 de abril del 2025
Milagros Asto Sánchez
Conversamos con Gerardo Ferrara, historiador italiano y representante de Fundaciones de habla hispana en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, Roma, quien destaca el mensaje claro que tuvo Francisco en favor de los pobres y la apertura de la Iglesia Católica
Francisco se convirtió en el líder de la Iglesia Católica describiéndose a sí mismo como un Papa venido del “fin del mundo”. En sus 12 años como pontífice, el argentino Jorge Mario Bergoglio alentó una Iglesia que se reconectara con los más pobres y los olvidados, especialmente en las periferias, como llamaba a las regiones remotas y desfavorecidas del planeta. Su muerte a los 88 años, ocurrida este lunes 21, nos enfrenta al impacto de su legado, considerado como reformista y enfocado en conectar con el mundo actual.
Gerardo Ferrara, historiador italiano y representante de Fundaciones de habla hispana en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, Roma, señala que uno de los mayores logros del papa Francisco fue recordarnos que la Iglesia es más grande que Roma y que es necesario que la Iglesia Católica salga de su estado de comodidad.
– ¿Cuál ha sido el sello del pontificado del papa Francisco? ¿Cómo definiría su legado?
Ha sido un pontificado en el que ha habido un poco de división, aunque no porque él haya querido dividir o provocar contrastes. Yo diría que lo que el papa Francisco dijo e hizo siempre fue muy claro y fue muy en favor de los pobres, en favor de una categoría de personas que él siempre llamó “periferias existenciales”, y para los europeos su papado ha sido a lo mejor una forma de recordarnos que Europa ya no es el centro del mundo católico, y que hay varias realidades y varias personas que hace falta considerar, también porque se han creado en estos últimos años categorías de comunicación que no existían antes. Por ejemplo, Francisco fue el primero en hablar de bendiciones a categorías personas que no son las tradicionales, aunque no sean bendiciones a parejas del mismo sexo o a matrimonios homosexuales. El Papa también ha sido alguien que nos ha recordado que Dios va mucho más allá de lo que nosotros podamos considerar. Ese para mí es lo que nos deja y su legado principal: recordarnos que la Iglesia es más grande que Roma y más grande que Italia y más grande que Europa.
– ¿Y cuál ha sido el estilo personal con el que llevó su papado? Tal vez las principales características de su personalidad.
Fue muy informal. Recuerdo sus primeros meses como Papa. Nosotros no estábamos acostumbrados a ver a alguien que hablara de forma tan particular, informal, muy porteña. Porque me he encontrado a veces traduciendo textos en español para el italiano y yo a veces no sabía cómo traducir en italiano lo que él decía, porque tenía expresiones muy argentinas, muy porteñas. También tomaba mate cuando se le ofrecía. Yo personalmente conozco a chicos o a personas que han tenido problemas y que se encontraron con él por casualidad en la Plaza de San Pedro y él los invitó a su casa para hablar con él, entre ellas personas que estaban en dificultad de vocación. Me acuerdo que un encargado de mi universidad me contó que por casualidad el Papa llamó para buscar a un compañero suyo argentino, un profesor argentino, y le dijo a este hombre que él era el Papa y el hombre no se lo creía. El papa Francisco tenía una forma de actuar muy informal, muy directa también.
– ¿Qué trajo finalmente el papa Francisco a la Iglesia Católica tras la renuncia de Benedicto XVI, un periodo bastante turbulento?
Yo digo que en la historia de la Iglesia hay momentos, y se ve también en las cartas de San Pablo, en que la Iglesia empieza a ser más que misionera, profesora y busca enseñar, guardar un patrimonio de la fe, guardar un patrimonio cultural. En este caso para mí el legado de Francisco ha sido el llamado a levantarnos, sobre todo a los pastores, a los curas, a los sacerdotes. El Papa dijo que ya no hay que esperar en las iglesias a que la gente venga, sino que hay que levantarse e ir a abrazar, a guardar el rebaño, a estar con el pueblo de Dios. Por eso siempre él dijo que el pastor tiene que tener olor a oveja. Y en nuestra cultura occidental siempre la Iglesia había sido vista a lo mejor como una guardiana de la tradición. Francisco nos recordó que ya el tiempo de la comodidad se acabó, que la Iglesia como la concebíamos se acabó, y que ha vuelto el tiempo de ser misioneros y de anunciar el evangelio a todo el mundo, no solo a los católicos o a los cristianos, sino a todo el mundo.

– ¿Qué tan activo fue el papa Francisco en cuanto a sus viajes y sus visitas a otros lugares?
Fue muy activo y a lo mejor demasiado activo, porque sus últimas crisis de salud fueron un poco el resultado de su hiperactividad en querer viajar, en querer ir, en querer hablar y recibir a todo el mundo. Se le aconsejaba hace mucho tiempo que redujera sus compromisos, pero él no quiso. Incluso durante su última hospitalización hace menos de un mes él mismo quería salir del hospital lo antes posible porque se celebraba el jubileo y él quería estar presente en los encuentros y también quería estar presente en los actos de la Pascua, él quería hacerlo todo.
También es muy particular lo que él hizo. Fue el primer Papa en ir a algunos lugares a los que nadie había ido, y pienso en particular a Irak. También pienso en Indonesia, un viaje muy largo que hizo hace algunos meses, Francisco quería sobre todo encontrarse con gente de todo tipo de confesión religiosa y de no confesión religiosa. Y en ese sentido yo lo veo como una continuación de todas las actividades que hicieron el papa Juan Pablo II y el papa Benedicto XVI, cada uno con su estilo, pero Francisco es un hombre que llegó de Buenos Aires, que estaba acostumbrado a vivir una vida menos romana, digamos. Y el estilo que tuvo en sus actividades en Roma fue menos romano, menos de protocolo, a veces paraba cuando leía algo y quería hablar libremente, sin ningún tipo de escrito, digamos.
– ¿Y cuál ha sido el aporte de Francisco en cuanto a estas encíclicas? ¿Qué legado deja en ese aspecto?
Yo diría que también en este caso ha sido no revolucionario, pero sí bastante directo porque ha hecho muchas cartas, muchas encíclicas. En ese sentido fue un Papa muy humano porque volvió a tener en cuenta la posibilidad y la necesidad para el hombre de recordar que está con raíces en la tierra. Y pienso en particular en las encíclicas sobre Laudato si’ y también sobre el amor, no solamente conyugal sino todo tipo de amor. Y también algo que yo he apreciado mucho, la exhortación apostólica Evangelii gaudium, que es sobre la santidad en la vida diaria y sobre todo él está siempre en cada uno de esos documentos recordando a las categorías de personas de las que a lo mejor los medios de comunicación o las grandes empresas o los políticos no se acuerdan, los últimos, los pequeños, las personas que viven en contextos pobres y sobre todo con el llamado a recordar que hay que guardar mejor esta tierra y esta vida humana porque somos guardianes de todo el creado.
– ¿Qué retos ve para la Iglesia con la partida del papa Francisco?
Yo creo que seguir su herencia, su legado, porque tengo la sensación personal de que estamos en un punto en el que no puede haber marcha atrás, en el sentido de que la Iglesia tiene que mirar a este siglo, a esta nueva temporada, que es una temporada con mucha comunicación directa, digital, y se está enfrentando con muchos retos en ese sentido. También a lo mejor habrá necesidad de reconciliar las almas de la Iglesia. Pero yo creo que es un reto que ya ha sido previsto. Yo pienso en particular a un teólogo francés, que escribió un libro que se llama El Tercer Hombre. El primer hombre es el que quiere renovar a toda costa cualquier cosa sin guardar la tradición. El segundo es el que no quiere renovar y se quiere quedar solamente en la tradición. Y el tercero es un alma que ya es católica y reconciliada, que aplica, como deseaba Benedicto XVI y también el papa Francisco, el gran reto que es el Concilio Vaticano II, que es de una abertura hacia el mundo, de volver a anunciar el Evangelio, que es el espíritu de la Iglesia.