Gastón Acurio
Instagram, 14 de abril de 2025
Yo lo conocí de niño, no en persona aún, sino en esas páginas que te abrían la vida sangrando, cuando cayó en mis manos Conversación en La Catedral, y me pregunté, como tantos peruanos: ¿en qué momento se jodió el Perú?
Desde entonces, su nombre no fue solo el de un escritor. Fue el del hombre que se atrevía a contar el dolor del país con una prosa que hería como verdad, pero también sanaba, porque nos hacía vernos.
Años después, lo vi al lado de mi padre, cuando el Perú se debatía bajo la amenaza de la estatización de la banca. Fueron tiempos duros, pero allí estaba él, erguido y claro, Aceptando liderar el Fredemo y ofreciéndose como candidato a la presidencia, no por ambición, sino por amor al país que había narrado con tanta fiereza.
Y más adelante, ya siendo yo adulto, me invitó a su casa. Quería entender lo que estaba pasando con la cocina peruana, ese movimiento que nacía desde el fogón y el mercado, pero que soñaba con algo más grande: que el mundo se enamorara del Perú a través de sus sabores.
De esa conversación nació su generoso artículo publicado en todo el mundo: El sueño del chef, un artículo que no fue solo un gran apoyo, sino confirmación de que ese sueño era posible.
Desde aquel día, llevé conmigo un agradecimiento profundo, porque Mario, el Nobel, el pensador, había abierto su corazón a lo que venía de la tierra, de la olla, de ese Perú que tantas veces estuvo invisible.
Fue un genio riguroso, valiente y apasionado. Un peruano universal que nunca dejó de mirar a su país, a veces con dolor, a veces con ternura, pero siempre con un amor inmenso, de esos que no se explican, se escriben.
Hoy que ha partido, siento que algo en mí se ha quedado sin suelo. Porque uno no pierde solo al escritor, sino al faro. Y aunque no siempre estuvimos de acuerdo, su existencia iluminó el camino de muchos. Incluido el mío.
Su memoria vivirá en mis días, como un canto triste y bello en lengua antigua, como el zumbido de la tierra cuando la pisan con respeto.
Mi más sentido pésame a su familia, a sus amigos, y a ese Perú que hoy se siente un poco más solo.
Hasta siempre, querido Don Mario. Gracias por dar palabra al silencio del Perú.