Galantino Gallo, CEO de Prima AFP
Gestión, 6 de noviembre del 2024
La remuneración mínima vital, que, además de beneficiar solo a una minoría, incrementa los costos de contratación de trabajadores formales».
«Estabilidad” no es una palabra que asociemos de inmediato con nuestro país. De hecho, en los últimos años, las crisis políticas que hemos pasado, el aumento de la inseguridad ciudadana y los vaivenes de nuestra economía nos hacen pensar en todo lo contrario cuando hablamos del Perú. Paradójicamente, existe una fuerza que sí hemos logrado mantener estable: La informalidad.
Aunque con bajadas y subidas, el empleo informal en el Perú lleva años alrededor del 70%. En el 2023, llegó, según el Ministerio de Trabajo, a 71.9%. En el 2013, la cifra estaba en 73.7%. Una variación de apenas 1.8% en una década. Y si retrocedemos 20 años, al 2004, el número era de 79.9%. En el Perú de hoy (y en el de ayer y en el de anteayer) la informalidad es la constante más nítida y, también, la que nos hace más vulnerables.
¿Qué implica la informalidad? Las personas que se desempeñan en esta condición no suelen estar protegidas por un seguro de salud de calidad, no reciben CTS, no cuentan con las protecciones básicas que da la ley a los trabajadores en planilla y no aportan al sistema previsional para procurar una vejez adecuada. Muchas veces mantienen ingresos irregulares, trabajan en condiciones inseguras y sostienen una relación distante con el sistema financiero y sus servicios.
Muchos factores explican nuestros niveles de informalidad. Está, por ejemplo, la baja productividad de los trabajadores peruanos, explicada por deficiencias en la educación y en la capacitación, reduciendo la posibilidad de acceder a puestos formales. Pero los más prevalentes conciernen a la rigidez y complejidad de la regulación y a cómo esta desincentiva la entrada a la formalidad (la legislación laboral, por ejemplo, tiene 136 normas, 1,400 páginas y 2,000 artículos, según un estudio de Pablo Lavado y Gustavo Yamada del CIUP). Sobre todo, cuando se trata de las microempresas, que representan el 94.2% de nuestro tejido empresarial y donde, en el 2022, la informalidad fue de 91.3%.
Un documento elaborado por Macroconsult para IPAE destaca varias barreras clave para acceder a la formalidad en el Perú. En primer lugar, menciona la remuneración mínima vital, que, además de beneficiar solo a una minoría, incrementa los costos de contratación de trabajadores formales. Asimismo, señala el reparto de utilidades en empresas con más de 20 empleados, lo que aumenta significativamente los costos de ampliar la planilla. Otro obstáculo es la preferencia de muchos trabajadores por el Seguro Integral de Salud (SIS) en lugar de Essalud, al cual los empleados formales deben afiliarse obligatoriamente. Finalmente, el documento subraya cómo los diversos regímenes tributarios, como el RUS y el RER, por su rigidez y distancia de la realidad de muchas micro y pequeñas empresas, las llevan a evitar formalizarse para esquivar los altos impuestos y cargas del régimen general.
En buena cuenta, el camino a la reducción de la informalidad tiene que ver con hacer que la formalidad sea más atractiva y que el trayecto a esta no esté plagado de regulaciones complejas y costos excesivos que disuadan tanto a empleados como a empleadores. Es importante, en ese sentido, que las normas estén pensadas para la realidad económica del Perú y no orientadas a decretar una que no existe. Con respecto a los factores descritos en el párrafo anterior, algunas soluciones planteadas por Macroconsult tienen que ver, por ejemplo, con tributación basada en las utilidades en lugar de las ventas (por ser proporcional a la marcha del negocio y por permitir descontar gastos en planilla) y en el planteamiento de regímenes laborales e impositivos únicos y progresivos, para eliminar los incentivos perversos a limitar el acceso a la formalidad para evitar mayores costos. En el caso de lo primero, por ejemplo, propone un modelo sustentado en el salario del trabajador y no en el desempeño o cantidad de empleados de la empresa.
Además, es fundamental redoblar esfuerzos para insertar a los jóvenes en el mercado laboral formal, ya que, como destaca Miguel Jaramillo de Grade, la forma en que inician sus experiencias laborales suele determinar su trayectoria futura: quienes comienzan en la informalidad tienden a quedarse en ella. En este contexto, resulta vital generar oportunidades que impulsen la productividad juvenil y fomentar la inversión privada para crear más empleos orientados a este segmento.
En general, la solución del problema empieza por reconocerlo y por elegir autoridades preocupadas por asumir la tarea. Pero, en general, el objetivo debe ser la construcción de un sistema que responda a nuestra realidad y a las necesidades de los trabajadores y las empresas. El ingreso a la formalidad no debería ser percibido como una carga pesada, sino todo lo contrario.