Cuando se pierde la confianza no es fácil recobrarla, y el impacto que tiene siempre es mayor al esperado. Este hecho lo debe estar descubriendo quien se le ocurrió la idea de comprar La Pampilla para retornar los combustibles a un monopolio del Estado. Porque lo único que logró esa frustrada iniciativa (y el temor que generó) fue consolidar la tendencia a la desaceleración que se viene dando desde que Humala asumió el mando.
Así tenemos que el crecimiento mensual que en la época electoral bordeaba el 9% se fue frenando y ya estaba en 6% cuando ocurrió el episodio Repsol. Luego de lo cual siguió bajando hasta un promedio de 4,5% en los últimos meses. Si bien confiamos en haber tocado fondo, la verdad es que no está garantizado ni eso ni, por ende, el rebote que estarían esperando.
Por lo que el gobierno, además de no volver a meter la pata, tiene también que actuar rápido para recobrar el entusiasmo. Esto último es vital porque en el horizonte tenemos las elecciones regionales exactamente dentro de 12 meses. Elecciones de las cuales ahora nadie parece estar preocupado, pero que fácilmente pueden llevar a un par de agitadores a lo Santos a ser elegidos. Más aun, de ser ese el caso habría un susto generalizado, lo que podría llevar a la postergación de proyectos de inversión otro año más hasta que se elija al próximo mandatario.
Por ello es tan importante que, antes de las elecciones regionales, hayamos recuperado nuestro crecimiento potencial (que es una velocidad crucero de 6,4% anual). De esa manera, si se desata nuevamente el temor, al menos contaremos con un colchón de inercia hasta que el período electoral haya terminado. Caso contrario, si llegamos a ese escenario de pánico con un crecimiento bajo, corremos el riesgo de terminar con un nivel no muy lejano a cero para cuando Humala concluya su mandato.
Entonces, la pregunta es: ¿Qué podría hacer el gobierno para impulsarlo?
Para empezar sería fundamental resucitar el ‘boom’ inmobiliario que se está agotando y que fue la base del crecimiento de los últimos años. Para lo cual se debería eliminar obstáculos burocráticos y liberar terrenos eriazos para poder desarrollarlos. Pero principalmente se debe reducir las excesivas restricciones regulatorias que han impuesto al otorgamiento de créditos hipotecarios.
Asimismo, se tiene que acelerar con convicción la entrega de la cartera de Pro Postergación; perdón, quise decir Pro Inversión. Si logran concretar siquiera la mitad de los US$15 mil millones en concesiones que hace bastante tiempo vienen anunciando, entonces habrían asegurado impulso para varios años.
Finalmente, está el tema minero. El proyecto Quellaveco, que cuenta con todas las licencias sociales, está esperando frente al arco listo para que el gobierno meta el gol con solo empujarlo. Considerando el tremendo shock de confianza que representaría el que este gobierno concrete su primera gran inversión, Humala debería mandar a medio Gabinete al directorio en Sudáfrica para asegurar que sea aprobado.
Al final ha sido el crecimiento y no los programas sociales –que tienen muy poco impacto– lo que ha sacado de la pobreza a más de 7 millones de personas en los últimos 7 años. Sería paradójico que el gobierno autodenominado de la inclusión sea el que frene esa reducción y mantenga en la pobreza a la cuarta parte de los peruanos.
Publicado en El Comercio, 1 de diciembre de 2013