Franco Giuffra, Empresario
El Comercio, 12 de noviembre, 2015
Qué previsibles y cansinas las iniciativas del congresista don Jaime Delgado. Lo suyo no es el trabajo parlamentario, sino el alivio de una obsesión: perseguir a las grandes empresas, intervenir los mercados y multiplicar los costos de transacción.
Nos encajó en su día la ley contra la comida chatarra, armó el revuelo y las colas de la comisión por flujo de las AFP, propuso y no propuso el aporte de los independientes, insistió con el utilísimo libro de reclamaciones y ahora ha vuelto por más.
No le gustan los bancos, las compañías de seguros, las aerolíneas, los ‘fast foods’. Nadie que gane plata y pague dividendos. Ninguna marca que resalte, que haga publicidad, que sea famosa. Donde hay lucro hay engaño y se requiere su intervención.
Animado ahora por la fiebre electoral, ha vuelto a lo que mejor sabe hacer. Trabar, complicar, encarecer. Esta vez promoviendo en el Congreso una norma de artículo único: los bancos no pueden cobrar membresía en las tarjetas de crédito, a menos que los clientes lo acepten expresamente en un contrato aparte. Los reporteros descuidados han dado a conocer la noticia diciendo, equivocadamente, que se acerca el fin de la mentada comisión.
Don Jaime no solo quiere que se informe oportuna y adecuadamente. Quiere otro contrato. Para todos los nuevos clientes y para los más de 6 millones de personas que ya tienen una tarjeta. Que los bancos hagan millonarios gastos para modificar sus sistemas, hacer campañas informativas, instalar módulos en sus agencias. Que la gente deje su casa y su trabajo para firmar, que se movilice todo el país para que los abusivos banqueros suden sangre y ganen menos.
Eso da votos, favor popular y, Dios mediante, una reelección. Lo que no da es un antídoto contra el populismo y la demagogia que entrañan estas propuestas.
Las tarjetas de crédito no son obligatorias: la gente decide libremente obtenerlas, teniendo a la vista suficiente información sobre sus costos y beneficios. Existen probablemente más de 500 versiones en el mercado, con puntos, viajes, kilómetros, descuentos, promociones o nada.
Casi todos los bancos ofrecen tarjetas sin membresía, obviamente con menores beneficios. En uno de los bancos más grandes del sistema financiero, más del 65% de las tarjetas pagan una comisión anual equivalente a 5 soles al mes. Y en la mayoría de tarjetas, simples o sofisticadas, es posible exonerarse del pago de la membresía consumiendo a partir de 150 soles mensuales.
Existiendo tarjetas que no cobran por este concepto, los clientes que las prefieren son una pequeña minoría. Menos del 3% opta por ellas. O sea, el producto ya existe, pero no es el preferido.
Don Jaime no puede vivir con eso. Como no puede aceptar que todos los afiliados a las AFP no se traspasen a la administradora que cobra menos comisión. Como no puede vivir con la idea de que sus libros de reclamaciones no estén llenos. O que la gente siga comiendo alfajores, chupetes y pan con chicharrón.
Si fuera por él, la gente debería tener la opción de comprar un pasaje de avión y contratar por separado la comida durante el vuelo. O pagar el cable solo en función de los canales que uno ve. Todo lo que funciona él lo quiere arreglar, alterar, empapelar. Su especialidad es idear soluciones y luego buscar problemas donde aplicarlas. Esa es su verdadera misión. Ojalá los votantes no le permitan continuarla en el futuro Congreso.