En el 2008, cuando Lehman Brothers quebró y se desató una crisis financiera de escala mundial, el pronóstico de moda consistía en anunciar el fin del capitalismo. Las señales del apocalipsis incluían la caída de 37% que padeció ese año la Bolsa de Valores de Nueva York y las bancarrotas y salvatajes que se sucedieron en los sistemas bancarios de todo el planeta.
Ese mismo vaticinio, que señalaba el inicio de una nueva economía, se repitió también entre nosotros. Un conocido intelectual peruano se aventuró a ensayar una extensión de la teoría de los derechos de propiedad a modo de advertencia.
Como en el origen de la crisis se encontraban los derivados financieros que empaquetaban confusas hipotecas ‘sub prime’, las cosas no volverían a ser las mismas a menos que se creara un registro universal que revelara finalmente quién era dueño de qué.
Bueno, parece que los inversionistas internacionales prefirieron ignorar esos presagios o no leyeron en los diarios la advertencia peruana. Lo cierto es que la plaza bursátil más grande del mundo lleva ya cuatro años de crecimiento continuo, incluido un impresionante 25% de alza en el índice S&P 500 en lo que va del 2013.
Con ello, la bolsa de Nueva York no solo ha superado ya los niveles que tenía antes del inicio de la crisis, sino que luce tan irracionalmente exuberante como en la época “dot.com”, a juzgar por la sesión inaugural de las acciones de Twitter, que subieron 75% en ese primer día.
Hay más datos sobre el final del capitalismo. Muchos bancos de dimensiones colosales, como el suizo UBS, casi han terminado de pagar los polémicos rescates que recibieron de sus gobiernos. Incluso las megaentidades hipotecarias, Fannie Mae y Freddie Mac, están cerca de saldar sus deudas originadas por el rescate y de generar incluso una rentabilidad positiva a los contribuyentes que las salvaron con sus impuestos.
Mientras ello sucede, las cuestionadas agencias de calificación crediticia no han dejado de ponerle nota al riesgo de corporaciones y gobiernos, y han vuelto a recuperar el prestigio del que gozaban antes, a juzgar por los titulares de los diarios que repiten con solemnidad sus informes y recomendaciones.
Del mismo modo, la supuesta desintegración de los superbancos, agentes de bolsa e intermediarios hipotecarios de tamaño ‘extra large’ nunca ocurrió. Jamás se hizo realidad aquello de que el mundo no volvería a tolerar una entidad financiera tan grande que pudiera generar otra gran crisis de liquidez si entrara en problemas.
Por el contrario, los grandes se comieron a los chicos, con el apetito de siempre o empujados por gobiernos que los alentaron a poner su parte en el saneamiento de todo el sistema. Baste ver para ello las dimensiones poscrisis que han adquirido entidades como el Bank of America o J.P. Morgan.
Parece, en consecuencia, que el tipo nunca murió ni se fue siquiera de parranda. En la cuna del capitalismo mundial, por lo pronto, no se ha encontrado ningún cadáver. Muy por el contrario, los inversionistas en general y los ciudadanos estadounidenses comunes y corrientes han regresado a la bolsa en mayor número y con más devoción que nunca.
“Es muy difícil hacer predicciones, sobre todo si son acerca del futuro”. No está claro quién inventó esta frase tan usada en Gringolandia. Pero cae a pelo.
Publicado por El Comercio, 15 de noviembre de 2013